Hay que remontarse a 1991 para ver aparecer las primeras inquietudes internacionales a propósito del programa nuclear norcoreano. Quince años de esfuerzos diplomáticos, de vanas tentativas de conciliación, de amenazas y, finalmente de impotencia, que han concluido en el ensayo nuclear reivindicado ayer por Pyongyang.

Durante estos quince años, Corea del Norte ha vivido una catástrofe alimentaria que ha causado miles, quizás millones, de muertos, y ha sufrido un descenso a los infiernos económicos que ha dejado un país agonizante.

La naturaleza del régimen, de un comunismo estalinista de tendencia mafiosa, capaz de sacrificar a una parte de su pueblo por sus objetivos, es el inquietante escenario de este camino nuclear.

Para disponer de la tecnología nuclear, Corea del Norte se ha beneficiado de numerosas complicidades internacionales. Para empezar con la de Abdul Qader Jan, el padre de la bomba atómica paquistaní, que ha reconocido haber entregado sus secretos nucleares a Corea del Norte, Libia e Irán. A cambio, Pyongyang ha ayudado a Pakistán a desarrollar sus misiles, la especialidad norcoreana. Ese trueque causó gran polémica por ser Pakistán aliado de EEUU.

G Libération