El disgusto del Gobierno suizo por la inesperada prohibición por referendo de los minaretes es tan grande o más que el de los propios musulmanes. "Todo ataque a la coexistencia de culturas y religiones pone también en peligro nuestra seguridad. La provocación puede llamar a otras provocaciones, y el ultraje puede espolear al extremismo", afirmó ayer en Atenas la ministra de Exteriores, Micheline Calmy-Rey, que expresó la "preocupación" de Berna ante el Consejo de Ministros de la Organización para la Seguridad y Cooperación en Europa (OSCE).

Calmy-Rey afirmó que los cerca de 400.000 musulmanes del país "están bien integrados". E insistió en que el voto del domingo "no modifica en nada los objetivos de la política exterior" suiza ni sus "estrechas relaciones" con los países islámicos.