La ayuda a las aldeas de Indonesia devastadas por el tsunami de hace una semana llegó finalmente ayer desde el cielo, pero la llegada de esta ayuda no ha podido detener la pérdida de vidas humanas. Gentes hambrientas asediaron helicópteros estadounidenses e indonesios que transportaban, por primera vez desde la catástrofe, comida y agua potable a la costa noroeste de la isla de Sumatra, donde perecieron casi la mitad de los 160.000 muertos contabilizados hasta ahora.

"No sé decir cuántos cadáveres he visto allí", comentó Zurhan, uno de los pilotos de los helicópteros. Otros militares aseguraron haber visto cadáveres flotando a 32 kilómetros de la costa. Funcionarios de las Naciones Unidas creen que aún se tardará dos semanas en llegar a alguna de las comunidades afectadas, lo que multiplicará el riesgo de epidemias, hambre y deshidratación entre los que hayan sobrevivido.

La situación en Sumatra es mejor ahora que hace unos días. El portaviones estadounidense Abraham Lincoln ha llegado a la costa de esta isla, y lleva consigo varios helicópteros con los que se podrá acceder a las zonas más devastadas y llevar ayuda humanitaria.

Algunos de los helicópteros que transportaban esa ayuda, sin embargo, tuvieron que regresar sin distribuir el material humanitario ante el asedio al que fueron sometidos por los aldeanos hambrientos, quienes impidieron su aterrizaje.

CIUDADES ´FANTASMA´ Unicef alertó ayer de que, en esa zona, muchos niños están comenzando a morir de neumonía. Indonesia informó de que en esa misma región se han producido tantos muertos en una ciudad que ésta va a ser abandonada y se habrá convertido en una localidad fantasma .

La distribución de la ayuda en otras zonas afectadas, como Sri Lanka, se ha visto perjudicada por las lluvias torrenciales caídas sobre los campos de refugiados. "Ya hemos perdido nuestras casas y las lluvias se nos están llevando ahora todo lo que nos había quedado", explicó Sambasivam, de 65 años, que tiene decenas de familiares todavía desaparecidos.

La catástrofe del sureste asiático ha provocado la mayor operación de ayuda desde la segunda guerra mundial y un esfuerzo internacional sin precedentes. Una cuarentena de países, la mayoría europeos, cuenta con ciudadanos muertos entre las víctimas del tsunami.

La situación en la zona se ha convertido en una contrarreloj por salvar a los supervivientes. Sólo en Indonesia, más de 100.000 personas están en campos de refugiados a la espera de ayuda. Muchos sufren de diarrea, fiebre y problemas respiratorios y estomacales. La ONU calcula que pueden morir más de 50.000 personas por epidemias.

En la ciudad de Banda Aceh, en Sumatra, se queman rápidamente los cadáveres, pero el humo no puede esconder el hedor de la muerte que invade una ciudad que tenía 300.000 habitantes. Algunas aldeas no volverán nunca a ser habitadas.

SALVADOS POR LOS ELEFANTES En toda tragedia hay alguna milagrosa historia de supervivencia, como la de un grupo de turistas que se salvaron gracias a unos elefantes. Los animales sintieron el terremoto y percibieron la llegada de los tsunamis. Comenzaron a bramar incansablemente y desobedecían cualquier orden de los cuidadores. Los paquidermos huyeron hacia las tierras altas y alertaron así a los humanos, quienes pudieron salvar la vida.