Eran las seis de la tarde, hora punta en pleno Midtown, cuando la explosión de una tubería en las entrañas de Manhattan abrió un gigantesco cráter en el asfalto y escupió una enorme columna de vapor de agua. El equivalente a 12 pisos llegó a medir ese géiser que hacía un ruido infernal en la 41 con Lexington, a solo una calle y una avenida de la Estación Central.

Tan violenta fue la explosión que succionó la camioneta que aparece en la foto y dejó un muerto por ataque al corazón y 30 heridos. Y tan espectacular fue la imagen que muchos la compararon con las cataratas del Niágara. Las autoridades fueron rápidas: enseguida descartaron la posibilidad de un ataque terrorista. Pero en la mente de los neoyorquinos sorprendidos por el volcán solo había un pensamiento: el recuerdo del 11-S. "Miré por la ventana, vi el humo y pensé que estábamos siendo atacados", dijo James Ling a las puertas de su oficina.

Estallido interminable

La tierra tembló y un interminable trueno estalló en el aire. Algunos corrieron tan rápido que perdieron los zapatos por el camino. Otros soltaron bolsos y maletines para huir más ligeros. Hombres trajeados aparecían en medio del humo y los escombros y quienes sudaban sobre las cintas del gimnasio del Hotel Hyatt, junto a la Estación Central, temieron que el edificio se viniera abajo.

"Los coches no se mueven y los móviles no funcionan. Todo el mundo baja corriendo. ¿Qué ha pasado? Esto me recuerda a los ataques del 2001", comentaba Marta, una modelo española que poco después de la explosión intentaba atravesar la zona en taxi.

Al principio todo era confusión. Un accidente así da miedo en cualquier ciudad, ya sea París o Moscú. Pero es que esto es Nueva York, y aquí las noticias se amplifican como un altavoz de 100.000 vatios. Todo se sobredimensiona tras los brutales atentados del 11-S.

La población está psicotizada, sí, y cualquier estallido pone a los neoyorquinos en alerta. Pero es que además viven en una isla atestada de rascacielos. Un edificio tras otro, sin apenas separación entre ellos, como una maqueta. Por eso las imágenes son siempre tan poderosas: lo son en las postales del skyline y en accidentes como el de ayer, con esa nube de vapor junto al plateado Chrysler Building, o el de hace unos meses, cuando una avioneta estalló contra una torre a orillas del East River.

Y claro, están también los medios de comunicación, con cientos de periodistas acreditados para contar lo que ocurre en la ciudad-ombligo del mundo. El miércoles no fue una excepción. Y aunque al principio las televisiones estuvieron lentas, después hicieron un maratón de varias horas, retransmitiendo en directo la rueda de prensa del alcalde.

Michael Bloomberg señaló que los bomberos trabajaron en alarma 4 (la peor es la 7) y explicó cómo el agua fría que entró en la tubería que data de 1924 causó la explosión. "Han encontrado asbestos en el polvo y los escombros", dijo. Una docena de tuberías de vapor han explotado en Nueva York en los últimos 20 años, pero hoy asustan más.