No solo fueron las víctimas (al menos siete muertos y un centenar de heridos) quienes resultaron dañados por la explosión que se produjo ayer ante la sede de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad (ISAF) en la capital de Afganistán. Más allá de los fallecidos y hospitalizados, ha sido la credibilidad del proceso electoral que se debe celebrar dentro de cuatro días en el país centroasiático para elegir presidente y renovar las asambleas provinciales la gran damnificada del atentado suicida de ayer en Kabul.

Porque el edificio de la ISAF, la misión militar multinacional encabezada por la OTAN, constituía un objetivo de primer orden para la insurgencia talibán y está, además, en el barrio más seguro y protegido de la capital.

El primer atentado suicida en Kabul desde enero --cuando los talibanes protagonizaron un hecho similar ante la embajada de Alemania-- se produjo a primera hora de la mañana. Pese a que se registraron algunos heridos en el cuartel de la ISAF, fue el Ministerio afgano de Transporte el más afectado por la tremenda deflagración, provocada por 500 kilos de explosivos.

LA ONDA EXPANSIVA Decenas de funcionarios afganos resultaron heridos por los cristales rotos que provocó la onda expansiva. "Desafortunadamente, hay víctimas; no voy a dar números; hay víctimas entre la ISAF y civiles afganos", declaró a la agencia de noticias Reuters el general de brigada canadiense Eric Tremblay, portavoz de la ISAF.

Precisamente, el pasado junio, durante un viaje organizado por la OTAN para un grupo de periodistas, fuentes de la organización calificaron la situación vivida en los últimos meses en Kabul como --palabras textuales-- "la historia de un éxito", debido a la falta de atentados aunque, eso sí, pagando el precio de un asfixiante dispositivo de seguridad de las fuerzas afganas.

Los acontecimientos más recientes, incluyendo el reciente disparo de proyectiles contra barrios de la ciudad coincidiendo con la visita del secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, se han encargado de desmentir el optimismo del que hacía gala la Alianza Atlántica hace menos de dos meses.

Tremblay admitió que el vehículo suicida logró "penetrar en el sistema defensivo" antes de ser bloqueado por el Ejército afgano. Fue entonces cuando el atacante decidió detonar el explosivo. La zona está salpicada de puestos de control que no realizan registros exhaustivos de los vehículos, lo que facilitó la tarea al kamikaze. El portavoz dijo que no era un atentado de "gran complejidad".

EL OBJETIVO, LA EMBAJADA Los talibanes se apresuraron a atribuirse la acción armada y desvelaron que el objetivo era otro edificio: "El objetivo era la embajada de EEUU, pero no pudimos alcanzarla", desveló, en una conversación telefónica con Reuters, el portavoz talibán en Kabul, Zabibulá Muyahid.

El atentado, además, consiguió subrayar la incapacidad de las tropas internacionales para garantizar la seguridad en el país, pese a que, por vez primera, el número de efectivos militares supera los 100.000, con ocasión de las elecciones.