Tras la liberación de los 19 rehenes surcoreanos, un portavoz talibán, Qari Yusef Ahmadi, dijo que los insurgentes seguirán "haciendo lo mismo con los otros aliados", ya que esta práctica se ha revelado "fructífera". En conversación telefónica con la agencia AP, Ahmadi confirmó los temores de que la decisión del Gobierno de Corea del Sur de establecer negociaciones directas ha reforzado a los talibanes.

La actitud de Seúl recibe palos por todos lados. "Cuando se da la impresión de que la comunidad internacional y el Gobierno afgano ceden al chantaje, el mensaje es muy peligroso", dijo el ministro de Exteriores afgano, Rangin Dadfar Spanta. Kabul insistió en que no participó en la negociación y solo la permitió "sobre bases puramente humanitarias".

"Negociaciones como esta, incluso si fracasan, solo llevan a más actos terroristas", dijo Maxime Bernier, ministro de Exteriores de Canadá, país que tiene a 2.500 militares en Afganistán. Los reproches se repitieron en otras cancillerías occidentales.

Según las autoridades surcoreanas, el acuerdo solo les compromete a retirar su pequeño contingente militar y a prohibir más misiones religiosas, decisiones ya tomadas anteriormente. Pero hay rumores del pago de un rescate.

El país sigue siendo un polvorín. Un ataque fallido contra una base de las fuerzas internacionales en Kunar mató a 10 civiles, y dos soldados afganos murieron al estallar un coche bomba en Kabul.