Amina Halhal. 46 años. Casada. Cuatro hijos. Con estos datos, Amina responde al perfil tipo de una marroquí de mediana edad. Y así era hasta que hace cinco años la compañía de seguros en la que trabajaba hizo un ajuste de plantilla y la dejó en el paro. Si hubiera querido seguir dentro de la estadística, se habría conformado con el sueldo de su marido y habría optado por quedarse en casa. Pero no. Ella quería trabajar y, cuando vio que no había modo de abandonar la tropa de parados, se le ocurrió una idea que le proporcionó un empleo. Se salió de la norma y creó una estadística nueva: la de las mujeres taxistas de Casablanca.

"Me gustaba mucho conducir --recuerda-- y conocía bien mi ciudad, así que me pregunté: ¿Y por qué no puedo ser taxista?". Y tanto que pudo. Ya lleva cuatro años. No ha sido fácil: el individuo que le alquiló la licencia la obligó, por ser mujer, a pagarle el precio al contado, pues desconfiaba de ella.

La indumentaria

Su indumentaria infunde respeto. Al hiyab (pañuelo islámico que cubre el cabello) y a la chilaba, que le dan una apariencia de mujer tradicional, suma unas gafas oscuras con las que consigue un toque callejero muy apropiado para enfrentarse al tráfico infernal de Casablanca, una metrópoli caótica de cinco millones de habitantes.

"Es un trabajo duro", reconoce Amina que, como no le gusta quejarse, enseguida apostilla: "Pero si eres una taxista seria, puedes ganarte bien la vida". Asegura que gana unos 350 dirhams (30 euros) diarios, una cantidad nada despreciable en un país donde el sueldo medio mensual está en 250 euros.

Su marido la apoyó desde el principio. "Lo único que le preocupaba era mi seguridad", recuerda Amina, que se ha comprometido a no volver a casa más tarde de las ocho y a no aceptar carreras a lugares muy alejados, una vez que anochece.

Según Amina, "no hay cliente que suba a mi taxi y que no se sorprenda. Sus mismas preguntas son las que me hacen cada día todos los clientes". Amina es consciente de que ha abierto una brecha en la machista sociedad marroquí. Ha sido la primera mujer en un mundo que, como el del taxi, era hasta entonces sólo de hombres. Ahora, hay 14 mujeres taxistas. Esa cifra puede parecer poca cosa si se tiene en cuenta que en Casablanca circulan 8.000 taxis.

Las seguidoras

Sin embargo, las que hay en esta ciudad, más la media docena que circula por Tánger son el síntoma del cambio. Ellas, junto con algunas tunecinas, son las únicas en el mundo árabe, en algunos de cuyos países, como Arabia Saudí, les está prohibido hasta conducir.

"Hace 20 años, una mujer taxista era impensable Marruecos. Sin embargo, nuestra sociedad ha cambiado, y las mujeres también lo hemos hecho", dice Amina, que no esconde que se siente orgullosa. Esta mujer explica ufana que una compañera "empezó conduciendo un taxi y ahora lleva camiones de transporte internacional de mercancías". En los últimos años, han aparecido mujeres carteros, policías, guardias de seguridad. "Las mujeres llamamos ya a todas las puertas", dice orgullosa esta mujer pionera en el mundo del transporte en su país.