Con un acto musical nocturno, Tsjinvali, la capital de Osetia del Sur, se disponía ayer a conmemorar el primer aniversario del inicio de la corta guerra de cinco días que hace un año enfrentó al Ejército ruso y a las Fuerzas Armadas georgianas. A las 23.35 de anoche, hora exacta en la que la artillería georgiana abrió fuego contra la ciudad, estaba previsto que se iniciara el plato fuerte de las conmemoraciones de la contienda caucásica, en el que iba a participar incluso una delegación del afamado teatro Marinskii de San Petersburgo. Con el respaldo de las principales televisiones rusas, el Kremlin y las autoridades surosetias se han empeñado en convertir la efeméride en un acontecimiento mediático, para que lo que en Moscú se define como "agresión" georgiana no caiga en el olvido. Algo muy parecido, con idénticas motivaciones, preparaba el Gobierno georgiano en Tiflis.

Pero más allá de los actos conmemorativos, los que se están erigiendo en los auténticos protagonistas del aniversario son los incidentes armados y la escalada de tensión, al menos sobre el papel. Durante las últimas semanas, Tiflis y Tsjinvali han intercambiado un sinfín de reproches, mientras que desde Moscú, el Kremlin, garante de la independencia surosetia, lanzaba amenazas nada veladas contra su vecino del sur.

LENGUAJE SIMILAR Osetia del Sur ha acusado a Georgia de disparar a diario contra Tsjinvali y sus puestos de control; en un lenguaje muy similar, Tiflis ha lamentado los ataques desde Osetia del Sur contra núcleos habitados en Georgia. Por su parte, el Ministerio de Defensa ruso ha advertido a Tiflis de "graves consecuencias" si no se detienen las "provocaciones".

Muchos de los incidentes que supuestamente han salido a la luz no han sido confirmados por la misión de observadores de la UE y pueden tratarse más de una tormenta en un vaso de agua que del preludio de una nueva guerra. "El problema no está resuelto, pero ninguno de los bandos está interesado en desencadenar otra guerra y las posibilidades de que estalle son escasas; los últimos incidentes no son graves; los de hace un año, antes de la guerra, eran mucho más importantes", asegura a este diario desde Moscú Nikolai Petrov, analista del centro Carnegie.

Semejante análisis no es compartido por Pavel Felgenhauer, el observador más crítico con el Kremlin, que estima que existe un 80% de posibilidades de que estallen nuevas hostilidades. La retórica belicista está en boca de todos. Eduard Kokoiti, presidente surosetio, incluso exige a Georgia la devolución de territorios adyacentes.

Doce meses después del inicio de las hostilidades de la primera guerra entre dos estados exsoviéticos, es hora de hacer balance. "Rusia ha pagado un precio muy alto; su imagen en el mundo y entre los países de la Comunidad de Estados Independientes ha resultado muy deteriorada; la guerra creó un peligroso precedente; Georgia perdió la guerra, pero el presidente Mijail Saakashvili se ha consolidado en el poder y la oposición está dividida", valora Petrov.

BAJO MINIMOS El prestigio de Saakashvili en Occidente se halla bajo mínimos. En Bruselas, fuentes de la OTAN no ocultan su malestar con el líder georgiano por haberse dejado provocar.

Quienes siguen sufriendo las secuelas son los civiles. "En torno a 192.000 personas se vieron desplazadas; de las 38.500 personas que abandonaron Osetia del Sur, todas han regresado menos unas 4.000; de los 138.000 georgianos desplazados, 30.000 no han podido regresar a sus hogares", denuncia Amnistía Internacional en un informe sobre la guerra hecho público ayer.