Juan Pablo II acarició después del Jubileo del 2000, al llegar a los 80 años, la idea de renunciar a la misión que se le encomendó en 1978, cuando se erigió en líder de la Iglesia católica. Karol Wojtyla resolvió, sin embargo, que, ya que la "Divina Providencia" le había regalado unos años de vida al salvarle de la muerte en el atentado de 1981, Dios iba a ayudarle a saber si había llegado la hora de abandonar su "servicio", según escribió en su testamento, que el Vaticano difundió ayer.

La reflexión fue escrita meses después de que el perceptible avance de la enfermedad de Parkinson desatara las primeras afirmaciones de dirigentes cualificados de la Iglesia sobre la conveniencia de abordar su retirada. El cardenal brasileño Paulo Evaristo Arns no se privó de decir, en 1999, que "hace tiempo que el Papa no gobierna la Iglesia" y que "el control del Vaticano está en manos de la curia romana". A comienzos del 2000, el presidente del episcopado alemán, Karl Lehmann, levantó una gran polvareda al sostener que el jefe supremo del catolicismo debería admitir que no estaba en condiciones de desempeñar su tarea.

Lo ocurrido en estos cinco últimos años, en los que el Pontífice ha convivido con un deterioro físico galopante, evidencia que Wojtyla entendió que Dios le pedía que siguiera hasta el final.

La tesis de la dimisión afloró ayer después de que se conociera el contenido íntegro de los 15 folios de los que consta el testamento de Wojtyla, escrito en seis periodos diferentes de los cerca de 27 años de pontificado, el segundo más extenso de la historia de la Iglesia.

RECTIFICACION En una anotación del texto fechada en 1982, pide a la curia que permita que se le entierre en la catedral de Cracovia si ése es el deseo manifestado por el episcopado polaco, pero posteriormente, en 1985, rectifica y deja que sea el criterio de los cardenales el que prevalezca, liberándolos de la exigencia de contentar a sus compatriotas.

El resultado de las consultas realizadas a otros dirigentes eclesiásticos en los tres años que separan una y otra anotación parece ser que le animaron a cambiar de idea. Los preguntados le hicieron ver que ello colmaría las expectativas de Polonia, pero defraudaría al orbe cristiano. Los purpurados han acordado ahora enterrarlo en San Pedro, porque así lo aconseja la tradición.

APUNTES INCINERADOS El testamento, que un día antes había sido leído en la congregación de cardenales que se reúne a diario hasta que, el lunes 18, se abra el cónclave, dispone que se le entierre en la tierra, no en un sarcófago, al igual que Pablo VI. Y que sus apuntes personales sean quemados por su leal secretario, Stanislaw Dziwisz, al que agradece expresamente su labor.

En otros pasajes del texto, escrito de su puño y letra, señala que la caída del muro de Berlín ha creado nuevos problemas, celebra que el fin de la guerra fría evitara "un violento conflicto nuclear" y rememora la persecución que aún hoy sufre la Iglesia católica en algunos países, equiparable, según él, a la padecida en los tiempos más antiguos.

Wojtyla elogia el Concilio Vaticano II, del que dice sentirse deudor; pide perdón a todos; recuerda a sus padres y hermanos; y subraya que sólo la ayuda de Dios le libró de una muerte segura cuando el turco Alí Agca le disparó en la plaza de San Pedro.