Todos los conflictos tienen un marco de mínimos. Unas condiciones que se cumplirán de forma obligatoria, en el caso de que no medie un proceso exitoso de limpieza étnica. El tiempo que se tarda en aplicar esas bases se mide en sangre. En violencia.

Y Chechenia no es una excepción. La república rebelde es un polvorín de odios e intereses, como el de los militares rusos por no perder sus prebendas de guerra. O el silencio mantenido por Estados Unidos a cambio de la luz verde rusa en Irak.

Los mínimos son una autonomía real y profunda. Y el tiempo se cobra su precio.

*Periodista.