Nunca es sencillo mantener la ocupación militar de un país importante, pero los estrategas de EEUU no previeron ni los riesgos más elementales del derrocamiento de un régimen como el de Sadam. Ni hay Gobierno de transición, ni se ha restaurado el orden, ni se ha conjurado el peligro de una revolución islamista shií, ni siquiera los 150.000 soldados norteamericanos y británicos han logrado controlar todo el territorio. Tampoco ha terminado la guerra, que sigue causando decenas de muertos iraquís, ni se ha resuelto la sucesión del tirano. Todo un éxito.