La cohabitación entre la debilitada Casa Blanca de George Bush y una oposición demócrata boyante tras la recuperación del control del Congreso se inició ayer con un almuerzo ofrecido por el presidente a su archienemiga y próxima presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi. Durante el encuentro, ambos escondieron sus garras, camuflándolas tras una cortés rama de olivo para trabajar juntos por el bien del país. "Ambos hemos tendido una mano amistosa para resolver los problemas a los que se enfrenta nuestro país", dijo Pelosi, que calificó además de "productivo" su encuentro con Bush.

"No estaremos de acuerdo en todos los temas, pero en lo que sí coincidimos es en que ambos amamos a la nación", replicó en el mismo tono el presidente, atado de pies y manos por la debacle electoral de su partido. La derrota ha transformado en parálisis la tradicional cojera que se achaca a los presidentes en los últimos dos años de su mandato, cuando se los conoce como patos cojos . Las armas de Pelosi se reforzaron aún más ayer cuando George Allen, el candidato republicano al escaño por Virginia que otorga la mayoría senatorial a los demócratas, anunció que aceptaría su derrota ante el demócrata James Webb sin esperar a que se acabaran los recuentos de los votos.