Despedida de un mandatario internacional y bienvenida a un nuevo miembro de la Iglesia de Roma. La audiencia privada de algo más de media hora que ayer celebraron en el Vaticano el papa Benedicto XVI y el primer ministro británico, Tony Blair, puede haber confirmado la intención del político de convertirse al catolicismo.

Blair, que después de diez años cesará el próximo miércoles como jefe del Gobierno, estuvo acompañado en su cita papal por su esposa Cherie --católica, como los cuatro hijos de la pareja-- y por el máximo responsable de la Iglesia Católica en Inglaterra, el Cardenal Cormac Murphy-O´Connor.

DECISION MEDITADA Formalmente, nada se habló de la conversión, que ha venido fraguándose desde hace muchos años, pero ha sido aplazada por razones políticas. Según un comunicado del Vaticano, las conversaciones con el Papa y con el secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, en una reunión posterior versaron sobre la situación en Oriente Próximo y el futuro de Europa.

El líder británico expresó su deseo "de dedicarse con especial atención a buscar la paz en Oriente Próximo y a favorecer el diálogo entre diferentes religiones". Los Blair almorzaron en el English College, un seminario de Roma para la formación de sacerdotes católicos británicos, invitación interpretada como otro gesto de bienvenida a quien puede estar a punto de integrarse en la Iglesia católica.

La conversión no sería una sorpresa, a pesar de que en una entrevista publicada ayer por The Times, Blair afirmaba que "las cosas no están tan decididas como parecen". Aunque oficialmente anglicano, el primer ministro lleva muchos años asistiendo cada semana a la misa católica. Antes de dirigir el Gobierno lo hacía en su parroquia de Islington, y después, en la catedral católica de Westminster, en Downing Street y en la residencia campestre de Chequers. Solo las reticencias históricas de una parte del electorado británico, que teme una sumisión de los políticos al poder de Roma, ha aplazado la conversión.

ACTITUD MESIANICA Católico o no, la década que ahora termina ha marcado la vida británica con la determinación religiosa y la actitud mesiánica de Blair. Invocando "la lucha contra el mal" y la liberación de los pueblos oprimidos, ha legitimado decisiones políticas e intervenciones militares muy controvertidas.

La afirmación que hizo el pasado año, acerca de que Dios le juzgará sobre la decisión de ir a la guerra de Irak, chocó en la sociedad secular británica. "Su retórica sugiere que tiene de sí mismo la imagen de un Mesías. Alguien que aspira a someterse al juicio de Dios y de la historia", dice Tina Beattie, profesora de Estudios Cristianos de la Universidad de Roehampton.