El Gobierno mexicano reiteró anoche que "no hay indicios de sabotaje" en la caída del avión en el que la noche del martes al miércoles (madrugada de ayer en España) murió el ministro del Interior, Juan Camilo Mouriño, junto a varios altos funcionarios del Ejecutivo. Pero el país veía aún con sospechas la decapitación de los equipos de Gobierno y de lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado.

Visiblemente afectado por la pérdida de su amigo y hombre fuerte, el propio presidente de México, Felipe Calderón, no utilizó en su discurso la palabra accidente y prometió "averiguar a fondo las causas de esta tragedia". Varios peritos británicos y estadounidenses se incorporaron ayer a la investigación del desplome de la aeronave, que provocó al menos 14 muertos y el incendio de más de 30 automóviles en plena capital.

INCERTIDUMBRE E INSEGURIDAD Los medios de comunicación mexicanos resaltaron que la pérdida del secretario de Gobernación --ministro del Interior, que en México equivale a la figura de un primer ministro-- obliga a una reconfiguración urgente del Ejecutivo e introduce "factores inesperados de incertidumbre en el panorama político del país". El diario La Jornada señalaba que "el entorno de pavorosa inseguridad que padece la sociedad magnifica el efecto político de estas muertes y genera la percepción de precariedad del poder público".

Junto a Mouriño --discutido por su origen español, sus lazos con negocios del sector petrolero y su posible candidatura a la presidencia-- viajaba el antiguo zar contra la delincuencia y actual asesor presidencial, José Santiago Vasconcelos. Así, aumentó la cadena de muertes de altos cargos de la lucha contra los cárteles de la droga y, a la par, las especulaciones y las demandas de "esclarecer" la caída de la pequeña aeronave de la Secretaría de Gobernación.