Cuba se estremece. Dos semanas antes de cumplir 80 años, Fidel Castro reconoció ayer que su salud, "que ha resistido todas las pruebas", se ha quebrantado. Y, en medio de la expectación y las especulaciones de todo el mundo, descorrió por fin la cortina de la sucesión sin provocar sorpresas, pero sí una mayor incertidumbre sobre el futuro de la isla caribeña. Por primera vez en 40 años, Castro delegó "con carácter provisional" sus múltiples poderes y funciones: los tres más importantes, en su hermano menor y "compañero", el general Raúl Castro, de 75 años, que desde ayer mismo está al frente del Comité Central del Partido Comunista, las Fuerzas Armadas, el Consejo de Estado y el Gobierno.

Los exiliados salieron a las calles de Miami con banderitas cubanas y estadounidenses para empezar a celebrar la que esperan sea "la última vez, la definitiva". Las calles de La Habana registraban por contra una tranquilidad abrumadora, tan plácida como el mar, que apenas acariciaba el malecón. "Nosotros vamos a hacer vida normal y a trabajar, como siempre", era el comentario general en medio de la respiración contenida.

Trabajo y estrés

Solo en los barrios más populares del centro, especialmente en La Habana Vieja, algunas docenas de vecinos salieron a unir sus voces para gritar: "¡Fidel, Raúl!", en una aclamación a los dos hermanos Castro. En los soportales, la gente se pasaba en silencio los ejemplares del periódico único y oficial, Granma , con el fin de leer la Proclama del comandante en jefe al pueblo de Cuba .

En el documento, que los cubanos ya habían escuchado la noche anterior por la televisión, el comandante reconoció haber enfrentado una "complicada operación quirúrgica" después de sufrir "una crisis intestinal aguda con sangramiento sostenido", lo que algunos médicos extranjeros calificaron como la "grave y drástica" operación de una angiodiplasia, o sangrado del intestino grueso, que suele traer consecuencias fatales en personas de su edad.

Todo sucedió probablemente durante el pasado fin de semana, como consecuencia de un "estrés extremo", según la proclama del propio Castro, tras "días y noches de trabajo continuo sin apenas dormir". Castro venía de visitar Argentina y de celebrar el 53º aniversario del frustrado asalto al cuartel Moncada, considerado como el comienzo de la revolución que triunfó en 1959.

Bromas sobre la edad

Precisamente en ese último acto, el propio Castro bromeó --hace una semana, en Bayamo, en el este de la isla-- sobre su edad y su largo mandato, en medio de dos discursos que totalizaron cinco horas. Fue su última aparición pública. Ahora, ha escrito: "La operación me obliga a permanecer varias semanas en reposo, alejado de mis responsabilidades y cargos". Pero no firmó su retiro e incluso rogó "posponer" la celebración de su cumpleaños, del 13 del presente mes "al 2 de diciembre, 50º aniversario del desembarco del Granma".

Fueron muchos los cubanos que, tras releer la proclama, pensaron o llegaron a murmurar: "Debe estar muy malico, el hombre". Otros decían: "Como siempre, no sabemos qué está pasando en realidad". Algunos aseguraban que "esto es el inicio de la transición", y auguraban "un pronto cambio" en la isla.

Conocer a los delfines

Con el país "amenazado en circunstancias como estas por el Gobierno de Estados Unidos", el comandante lo dejaba todo bien atado. Solamente algunos miembros del partido en el poder reconocían en voz baja que, al menos a largo plazo, "la línea familiar no es una opción comunista", mientras que algunos opositores, como el socialdemócrata Manuel Cuesta, destacaban: "Por lo menos ya sabemos quiénes son los delfines".

Además de delegar los grandes poderes en su hermano Raúl, Castro puso el Programa Nacional e Internacional de Salud en manos del ministro del ramo, José Ramón Balaguer (74 años); el de Educación, en manos de José Ramón Machado (75 años) y Esteban Lazo (61), miembros del Buró Político; y el de la Revolución Energética, en las de Carlos Lage, secretario del Consejo de Ministros y gran artesano tecnócrata de las reformas económicas.

La proclama del comandante acabó con los lemas del subtítulo de Granma y la afirmación: "Nuestro pueblo y nuestra revolución lucharán hasta la última gota de sangre para defender estas y otras ideas y medidas necesarias para salvaguardar este proceso histórico".