Esta es una tragedia atroz. Hoy es un día de consolar a los supervivientes y de luto por quienes hemos perdido. (...) Hay un tiempo y un lugar para el debate político, pero ahora es momento de unirse como país». La frase de Sarah Huckabee Sanders, la portavoz de la Casa Blanca de Donald Trump, no es de ayer, el día después de que el terrorismo inspirado por el extremismo islamista volviera a Nueva York en la forma de un atropello masivo, con ocho muertos y 12 heridos a solo unas manzanas del World Trade Center. Es del 2 de octubre, horas después de que, la víspera, un tiroteo en un concierto al aire libre en Las Vegas causara 58 muertos y 546 heridos.

Toda la distancia política que Trump y su equipo usaron hace un mes para no entrar en el sempiterno debate sobre el control de armas de fuego, aunque acabara de ocurrir la peor masacre moderna vinculada a ese fácil acceso a las armas en Estados Unidos, se desvaneció ayer al responder al atentado de Nueva York, el primero en el país con víctimas mortales vinculado al radicalismo islámico de su mandato. Y el presidente usó las acciones en Nueva York, que se atribuyen a Sayfullo Saipov, un uzbeko de 29 años que llegó legalmente a EEUU en el 2010, para recrudecer la guerra contra la inmigración que fue uno de los ejes de su campaña electoral y ha sido recurrente en sus nueve primeros meses de mandato, cuando ha intentado en tres ocasiones imponer el veto a la entrada de refugiados e inmigrantes, mayoritariamente procedentes de países de mayorías musulmanas (aunque no de Uzbekistán).

El mismo martes por la noche, Trump anunció en Twitter que acababa de ordenar al Departamento de Seguridad Nacional que intensificara el «ya extremo programa de escrutinio» de todos los solicitantes de papeles. Y ayer, además de sugerir que está «dispuesto a considerar enviar a Saipov a Guantánamo», anunció que iniciará «inmediatamente» el proceso para intentar que el Congreso cancele el programa de lotería de permisos de residencia permanente con el que obtuvo sus papeles Saipov, defendiendo su propuesta de un sistema migratorio «basado en méritos».

Esa lotería reparte anualmente 50.000 green cards (quienes la ganan son sometidos al mismo riguroso proceso de escrutinio que otros solicitantes de papeles). El sistema aprobado en 1995 por el presidente republicano George Bush después de que el Congreso la sacara adelante con respaldo bipartidista. Y lleva años en la diana de las voces antiinmigración más extremas, aunque fueron precisamente los republicanos quienes en el 2013 tumbaron también en el Congreso una propuesta de reforma migratoria que habría acabado con la lotería.

Trump ha intensificado su cruzada prometiendo también «acabar con la inmigración en cadena», subrayando que otros 23 inmigrantes usaron a Saipov como «su punto de contacto» para entrar en el país y señalándolos, sin ninguna prueba, como potenciales personas peligrosas. Y además ha politizado el atentado, señalando directamente al senador demócrata Chuck Schumer como responsable del programa de lotería.

OÍDOS SORDOS / Trump hacía así oídos sordos al clamor de evitar esa politización que han realizado los dos principales líderes políticos neoyorquinos, el alcalde demócrata, Bill de Blasio, y el gobernador del estado, Andrew Cuomo, ambos demócratas. El primero mostró su apoyo al «exhaustivo escrutinio» de inmigrantes, pero «no de grupos de personas solo porque pertenecen a un grupo, por su religión o por su país de origen». Y el gobernador, además de denunciar los mensajes del presidente, criticó sus tuits. «No ayudan. Juegan a favor de los terroristas en cuanto dividen y asustan a la gente. El tono debería ser exactamente el opuesto».

De Blasio y Cuomo comparecieron ayer ante la prensa junto con líderes policiales y del FBI para dar los últimos detalles de la investigación. Y en esos detalles hay información relevante que apunta, además, a que las medidas propuestas por Trump no necesariamente habrían evitado el atentado. Saipov, según las autoridades, lo planeó «durante semanas» y se «inspiró» en el Estado Islámico, siguiendo «casi al pie de la letra» las instrucciones para ataques que el EI distribuye en las redes sociales.

«LOBO SOLITARIO» / El terrorista actuó como «un lobo solitario» y «nunca fue directamente investigado por el FBI, aunque tenía alguna conexión con otros individuos» que sí lo fueron. Y, lo más importante: su radicalización se habría producido cuando ya estaba en Estados Unidos.

El problema de radicalización interna lo admite el Departamento de Seguridad Nacional según un documento que la prensa filtró el pasado mes de marzo. En aquel análisis se leía: «Creemos que la mayoría de extremistas violentos afincados en EEUU probablemente se radicalizaron varios años después de entrar en EEUU, limitando la capacidad de los encargados de escrutinio y monitorización de evitar su entrada por preocupaciones de seguridad nacional».