La decisión del presidente de Túnez, Zine al Abdín Ben Alí, de suspender, 36 horas antes de su inicio, la cumbre de la Liga Arabe que debería haberse celebrado hoy y mañana en ese país ha llenado de estupor e irritación al resto de países árabes. El desacuerdo sobre el proceso de reformas democráticas que EEUU exige a los países árabes está en la base del nuevo espectáculo de desunión de los países árabes. Es la primera vez en la historia de la Liga Arabe que una cumbre se suspende horas antes de su inicio.

En un escueto y duro comunicado oficial, Túnez acusó a algunos países de "tener insalvables puntos de vista sobre asuntos importantes como la modernización, las reformas democráticas, los derechos humanos, los derechos de las mujeres y el papel de la sociedad civil". La agencia oficial de noticias tunecina --un país que reprime con dureza a los movimientos islamistas-- afirmó que su Gobierno intentó en vano que todos los países árabes apoyaran la democracia y rechazaran cualquier tipo de "extremismo, fanatismo, violencia y terrorismo".

Países como Egipto, Jordania, Siria y el Líbano negaron que las diferencias fueran lo suficientemente graves como para suspender la cumbre. El presidente egipcio, Hosni Mubarak, expresó su irritación y ofreció que El Cairo acoja una cumbre lo antes posible para rescatar la unidad. Otras delegaciones filtraron a la prensa que tras la decisión de Ben Alí de suspender la cumbre se esconden su irritación por el hecho de que varios países del Golfo iban a enviar delegaciones de perfil muy bajo y, sobre todo, su ansia de satisfacer a EEUU.

MOMENTO INOPORTUNO La cancelación de la cumbre no podía haberse producido en un momento más inoportuno, en unas circunstancias en las que los países árabes necesitaban adoptar una postura unida. La de Túnez iba a ser la primera cumbre desde la caída de Sadam. Además, varios países querían relanzar la iniciativa de paz con Israel que presentó Arabia Saudí en la cumbre de Beirut del 2002. Y sobrevolando la reunión se encontraba el plan de EEUU conocido como el Gran Oriente Próximo, que pretende democratizar los países árabes desde Marruecos hasta Pakistán tomando como dudoso ejemplo el proceso en Irak.

Egipto, Jordania y Arabia Saudí querían centrar los debates en un plan de democratización alternativo a la propuesta de EEUU en el que se insistía en la necesidad de dejar a cada país decidir su propio ritmo de reformas. Otros países querían condenar el asesinato del líder espiritual de Hamás, Ahmed Yasín.