Diez días después de que comenzaran a producirse --el 6 de enero-- los primeros recortes de suministro de gas ruso a la Unión Europea (UE), ni la presidencia semestral checa de la UE ni la Comisión Europea han sido capaces de lograr que se restablezca el suministro. Todas las gestiones diplomáticas emprendidas hasta ahora se han saldado con un rotundo fracaso. La UE ha quedado reducida a una situación de impotencia, a merced de la batalla política que mantienen Rusia y Ucrania, en la que el gas se utiliza como arma y en la que los países europeos afectados desempeñan el papel poco honorable de sufridas víctimas pacientes.

NUEVA REUNION EL SABADO El primer ministro ruso, Vladimir Putin, y la primera ministra ucraniana, Yulia Timoshenko, mantendrán mañana en Moscú una cumbre para intentar resolver sus disputas comerciales: las deudas pendientes de Ucrania por el gas, los precios de este combustible para el año que empieza y las tarifas por el transporte del gas hacia la UE.

La presidencia checa de la UE y la Comisión Europea, que se han negado hasta ahora a mediar en el conflicto entre Moscú y Kiev, asistirán a la reunión como observadores. La delegación europea estará encabezada por el ministro checo de Industria, Marin Riman, y el comisario europeo de Energía, Andris Piebalgs. El corte del suministro de gas afecta de forma importante a 9 de los 27 miembros de la UE: Bulgaria, Eslovaquia, Grecia, Austria, la República Checa, Eslovenia, Hungría, Polonia y Rumanía. Pero la mayoría de ellos disponen de fuentes alternativas. Solo Bulgaria, Moldavia y Rumanía son totalmente dependientes del gas ruso, y se encuentran en una situación de extrema dificultad, igual a la que padecen los países balcánicos.

En Sofía, la capital búlgara, miles de hogares carecen de calefacción y agua caliente, y decenas de escuelas han tenido que cerrar debido a las bajas temperaturas y a la imposibilidad de combatirlas. En Moldavia, hay ciudades donde ha sido cortado el suministro de agua caliente, mientras que Rumanía mantiene el estado de emergencia.

El hecho de que la gran mayoría de los países de la UE no se vean realmente perjudicados por el corte en el suministro del gas ruso explica que no se hayan ejercido presiones políticas contundentes sobre Moscú y Kiev para lograr el normal restablecimiento del suministro.

Las malas relaciones del Gobierno checo con el de Rusia, tras haber acogido el escudo antimisiles estadounidense --considerado como una amenaza por Moscú--, y las pésimas relaciones personales del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, con Putin explican la poca eficacia y los nulos resultados de las gestiones.

La negativa de la presidencia checa y de la Comisión Europea a actuar como mediadores en el conflicto comercial entre Moscú y Kiev ha debilitado la posición de la UE. A pesar de disponer de 22 observadores técnicos europeos desplegados en las instalaciones gasísticas de Rusia y Ucrania, la presidencia checa y la Comisión siguen negándose a pronunciarse sobre quién tiene la culpa del actual contencioso. "Lo importante no es quién es el responsable, sino que el gas vuelva a llegar", insistió Bruselas.

NUEVA ESCENIFICACION El monopolio estatal ruso Gazprom aseguró ayer haber inyectado de nuevo 99 millones de metros cúbicos de gas en el gasoducto con destino a la UE (un tercio del volumen habitual) y acusó al grupo ucraniano Naftogaz de bloquear el paso del gas hacia los países europeos.

Ucrania, por el contrario, señala a Moscú como el responsable de que no llegue el gas con tres argumentos distintos: Primero, que la presión del gas ruso es insuficiente. Segundo, que Rusia no quiere suministrar el denominado gas técnico , necesario para el proceso de transporte del gas ruso hacia la UE, aunque esa es responsabilidad del transportista. Y tercero, que Gazprom inyecta el gas en la red de gasoductos destinados al uso interior de Ucrania y no para la exportación. La Comisión eludió de nuevo precisar quién tiene razón.