Si ésta es la ofensiva para salvar la presidencia, que Bush se dé por derrotado. Al año y pico del fin de la guerra y con todo lo que ha caído desde entonces, ofrecer un discurso de plazos inmediatos y conocidos para Irak y sin perspectivas para sus tropas confirma la realidad: Bush va a la deriva. No tiene un plan y, en su caso, esa ausencia casi debería alegrarnos. El futuro inmediato de Irak es difícilmente modificable, pero el presidente ni tan siquiera admite los errores y cambia el rumbo para adecuarse al sentir de su país. Las urnas preparan su plan.

*Periodista.