Los demócratas han preparado al menos cinco respuestas al primer Discurso sobre el Estado de la Unión de Donald Trump. La oficial en inglés, no obstante, el partido se la ha encomendado a Joe Kennedy III, congresista por Massachusetts desde 2013. Y la ocasión vuelve los focos con intensidad hacia el último miembro de la renombrada dinastía política de Estados Unidos en el que algunos ven un futuro incluso presidencial, como el de su tío abuelo John F. Kennedy.

Como prácticamente todos los miembros de la estirpe el nieto de Bobby Kennedy, asesinado más de dos décadas antes de que él naciera, ha estado bajo esos focos antes. Y no faltan datos de su biografía: pelirrojo de 37 años, nació en Boston ocho minutos después que su hermano gemelo, Matt. Estudió en Stanford, donde coincidió con Chelsea Clinton y fue compañero de habitación de Jason Collins, que luego fue el primer jugador de la NBA que anunció públicamente su homosexualidad. Y un semestre estuvo perfeccionando español en Sevilla, oportunidad que aprovechó para conocer ciudades como Barcelona, Madrid, Córdoba o San Sebastián.

Luego pasó dos años en los Cuerpos de Paz en República Dominicana. Y después se graduó, como Barack Obama, en la Facultad de Derecho en Harvard, donde en una clase de la ahora senadora Elizabeth Warren conoció a Lauren Anne Birchfield, ahora abogada especializada en políticas sanitarias, su esposa y con la que ha tenido una hija y un hijo (que nació el mes pasado).

Salto sin barreras

Después de trabajar como asistente de fiscal de distrito decidió abordar el salto al Congreso cuando se retiró Barney Frank. Sin problemas de fondos ni de falta de apoyos del partido, Kennedy llegó cómodamente a su escaño. Y surcó sus primeros años en Capitol Hill manteniendo un perfil bajo. “Conscientemente ha elegido pasar desapercibido, hacer el trabajo, aprender (el funcionamiento) del comité (de Energía y Comercio en el que sirve) y meterse en profundidad en los asuntos”, le decía el año pasado a ‘Politico’ un estratega demócrata. “Es muy paciente y está cómodo haciendo el trabajo que hace”.

Su presencia y repercusión pública, en cualquier caso, ha empezado a acrecentarse desde la elección de Trump. Acumula cerca de medio millón de seguidores en su página de Facebook y ha conseguido volver virales varias de sus intervenciones y cruces dialécticos con los republicanos en el Congreso, en los que ha defendido apasionadamente a inmigrantes y ‘dreamers’, la reforma sanitaria de Obama o el medioambiente. Progresista moderado, ha criticado también contundentemente al presidente por iniciativas como su intento de vetar en el ejército a las personas transgénero, cuyos derechos son una de las principales causas políticas de Kennedy. Y aunque siga diciendo públicamente que no dedica mucho tiempo o pensamiento al interrogante de qué viene después en su carrera política, los demócratas que ansiaban que dejara de ser tan precavido y alérgico al riesgo ven ahora esperanza. Huele inevitablemente a aspiraciones de algo más.

Extremadamente rico

Con un patrimonio que oscila entre los 20 y los 43 millones de dólares según se miren los cálculos de Roll Call o del Center for Responsive Politics, Kennedy es, en cualquier caso, uno de los miembros más ricos del Congreso. Pero ha conseguido también ser identificado, al menos por el partido, como un “inagotable luchador por la clase trabajadora”. Y cuando la líder demócrata en la Cámara Baja, Nancy Pelosi, anunció su selección para dar la respuesta a Trump, intentó establecer claras diferencias entre los dos millonarios. “Mientras que el presidente Trump ha roto consistentemente sus promesas a la clase media, el congresista Kennedy entiende profundamente los retos que enfrentan hombres y mujeres trabajadores de todo el país”.

Para ofrecer su respuesta esta noche Kennedy ha escogido, no casualmente, una escuela de formación profesional en Fall River, una localidad de clase trabajadora en el distrito que representa, azotada por problemas económicos y sociales como la crisis de adicción a los opiáceos. Conoce bien la zona, como el resto de las 34 comunidades de su distrito, que cada año recorre en lo que llama “Tour 34”.

Desde allí no se verá la reproducción que tiene colgada en su despacho en el Congreso de un discurso de su abuelo Bobby en 1966. “Puedes usar tu enorme privilegio y oportunidad para buscar ganancia y placer puramente personal pero la historia te juzgará”, se lee. “Y, conforme pasan los años, acabarás juzgándote a ti mismo sobre hasta dónde has usado tus dones para enriquecer las vidas de los otros hombres”.