Fue como el funeral de Yasir Arafat, pero alegre, corregido y aumentado. Igual de intenso, emotivo, histórico y caótico. "El día de felicidad y alegría que el pueblo palestino no había visto desde hace más de un siglo", en palabras del presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmud Abbás (alias Abú Mazen ), el día en que los palestinos volvieron a pisar la parte de la franja de Gaza prohibida desde hace 38 años, se convirtió en una jornada en la que convivieron la euforia con el pillaje de ruinas, y el caos con el incendio de cuatro de las sinagogas vacías que Israel se negó a destruir.

La población palestina no esperó a que, a las siete de la mañana, el último militar israelí, el general Aviv Kochavi, abandonara la franja. A medida que los soldados dejaban sus posiciones durante la noche, los palestinos invadieron las 21 colonias judías evacuadas por Israel a mediados de agosto y destruidas en las últimas semanas.

EMPOBRECIDOS Las celebraciones nocturnas, en las que participaron las fuerzas de seguridad que deberían haber impedido la entrada de la gente, dieron paso en cuanto salió el sol a una marea humana de miles de personas que tomó al asalto los asentamientos. Muchos de estos palestinos de Jan Yunis, Deir Balah, Rafá y sus campos de refugiados, empobrecidos hasta la miseria casi absoluta tras cinco años de Intifada, se dedicaron a rapiñar a conciencia lo que los soldados israelís dejaron tras de sí.

Otros se cebaron con las sinagogas vacías que destacaban, intactas, en el mar de ruinas en que se ha convertido Gush Katif y las otras colonias de la franja de Gaza. Pronto prendieron fuego a los antiguos templos, después de haberlos decorado con banderas de Hamás y la Yihad Islámica. Mahmud al Zahar, líder de Hamás, incluso dirigió un oficio religioso musulmán en la sinagoga de Neve Dekalim.

El ministro de Exteriores, Silvam Shalom, acusó de "bárbaros" a los palestinos. Abú Mazen le respondió que las sinagogas ya no son templos religiosos porque los israelís los vaciaron de objetos de culto. En todo caso, Abú Mazen no estaba ayer para polémicas. El líder palestino se paseó por varios asentamientos e izó la bandera palestina en la frontera entre Gaza y Egipto. "Lo importante es que Gaza no se convierta en una gran cárcel", declaró, mientras reiteró que su siguiente objetivo es "liberar Cisjordania y establecer un Estado con Jerusalén como capital".

No todo fue rapiña y sinagogas ardiendo. Miles de palestinos se lanzaron a las playas prohibidas de los asentamientos para pasar el día. Cinco de ellos murieron ahogados en mitad del gran caos que se vivió ayer.