Jerusalén ha vivido en los últimos tres días los peores enfrentamientos en años entre la policía y judíos ultraortodoxos, que cortaron el tráfico, lanzaron piedras, arrancaron semáforos e incendiaron contenedores. Los disturbios estuvieron motivados por el arresto de una mujer, adscrita a la corriente religiosa más estricta del judaísmo, que casi había dejado morir de hambre a su hijo de tres años. El menor, que llegó a pesar solo siete kilos, se recupera en un hospital. Centenares de policías fueron desplegados en los distritos de Mea Shearim y Geula, dominio de los ultraortodoxos o haredim (como ellos prefieren llamarse) para atajar la violencia.

Una frágil calma retornó ayer a la ciudad poco antes del comienzo del shabat , el día sagrado de los judíos. Un tribunal tomó una decisión salomónica y mitigó así el principal foco de tensión: la mujer quedó bajo arresto domiciliario y custodia de un rabino, en su barrio de Mea Shearim, principal escenario de la batalla campal. Satisfechos con la decisión, jóvenes religiosos recorrían ayer tarde las calles del distrito anunciando la salida de la cárcel de la mujer.

NUEVA OFENSA Los mismos métodos habían sido empleados desde el inicio de la semana para convocar las protestas. Para los haredim, el arresto de una de las suyas era otra ofensa contra toda la comunidad, otra interferencia del alcalde, Nir Barkat.

Solo en la madrugada de ayer, 18 agentes policiales resultaron heridos en los disturbios, protagonizados por miles de ultraortodoxos. De tanto en tanto, los adultos recuperaban fuerzas y los niños tomaban las riendas. Un total de 30 manifestantes fueron detenidos. En días anteriores, varios funcionarios municipales habían sufrido lesiones y Mea Shearim y Geula se habían convertido en un lugar sin ley.

Los ultraortodoxos no aceptan la interferencia del Estado. Una corriente de ellos, Naturei Karta , rechaza la existencia de Israel y tradicionalmente ha mantenido relaciones con sus enemigos.