Y entonces el conductor cayó encima de mí". Esta fue la última imagen que recuerda antes de perder el conocimiento Esteve Masó, uno de los seis turistas heridos en el brutal atentado terrorista del lunes en Yemen. Está tumbado medio adormecido en la cama del hospital Al Zoura, en Saná, la capital yemení. Una gruesa venda le protege la parte izquierda de la cara. La otra está sembrada de pequeños cortes y tiras de esparadrapos. Apenas puede gesticular.

"Mis brazos sufren de quemaduras y me he roto varios dedos de las dos manos. Al menos puedo mover las piernas. Me molestan mucho los cortes que tengo en el cuello. Creo que mi cuerpo está lleno de cristales", explica con voz apagada. Ignora aún que su mujer ha muerto. Todo sucedió muy rápido. Eran pasadas las cuatro de la tarde y el grupo, formado por trece españoles a bordo de cuatro todoterreno, acababa de visitar el templo de Balkis, de 3.000 años de antigüedad situado en la localidad de Marib. "Apenas subimos al coche, la bomba explotó", dice Masó con gesto de dolor. "¿Ya se sabe en qué vehículo estaba colocado el explosivo?", pregunta sin conocer todavía que fue un suicida, presuntamente miembro de la organización terrorista Al Qaeda, el que provocó la masacre. Abalanzó el coche bomba que conducía contra el primer vehículo de la expedición.

Masó no recuerda bien en cual de los todoterreno viajaba. En todo caso estaba acompañado por el conductor y su mujer, Marta Borrell, una de las siete víctimas mortales del atentado.

Pero a Masó todavía no le han comunicado el fallecimiento de su mujer. "¿Has visto a Marta?", pregunta. "Tal vez esté abajo en cuidados intensivos", añade.

El matrimonio, natural de Bañolas (Girona) y con dos hijos, llegó a Yemen el pasado 30 de junio. Tenían por delante un total de 25 días de viaje de ensueño. En Saná se encontraron con el resto del grupo. Todos habían contratado la gira turística con la agencia Banoa, con sede en Bilbao. Una vez en el país árabe, se hizo cargo de ellos la agencia yemení Ajwa (hermanos en lengua árabe).

AFABLE Y CORDIAL A pesar de las heridas y del dolor que siente todavía en los brazos, Masó se muestra en todo momento afable. "Sabía que Yemen era muy peligroso, pero no tanto. Lo peor es que me ha pasado esto en vacaciones y no podré pedir una baja en el trabajo", bromea.

Minutos después, Masó recibe otra visita. Es Nabil al Nosieli, director de Ajwa. Los ojos del agente turístico están humedecidos. "Es horrible --susurra entre sollozos--, una gran tragedia para Yemen y para las víctimas y sus familiares. Lo sentimos mucho". Acto seguido, recuerda a los dos chóferes yemenís que perdieron la vida, empleados y amigos suyos, Mohamed Alí, de 35 años y padre de siete hijos, y Ahmed ben Alí, de 24 años. Un tercer conductor está grave. También menciona con especial emoción a Mikel Essery, el guía vasco que acompañaba al grupo y que se encuentra entre los fallecidos.

Pasa a la página siguiente