La Unión Europea cumple hoy 50 años. La superación de la división del continente constituye el mayor éxito alcanzado en estas cinco décadas, junto a la afirmación de nuestros valores comunes: libertad, derecho y democracia. Este es el milagro de una generación del que todos los europeos debemos sentirnos orgullosos. Sin embargo, tenemos todavía por delante un largo camino por recorrer. La consecución de un Tratado Constitucional, la lucha contra el cambio climático y la pobreza o la defensa permanente de los derechos humanos, dentro y fuera de nuestras fronteras, son algunos de los retos que ahora necesita la unión de todos los europeos para superarlos.

Medio siglo sirve para que podamos comprobar que el deseo expresado por los seis países fundadores, Bélgica, Alemania, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, que en principio podía parecer inalcanzable, se ha desarrollado con éxito en líneas generales y se ha convertido en modelo a seguir en otras latitudes.

La idea de unificación del continente es hoy un hecho. La voluntad de paz y libertad que surgió tras la segunda guerra mundial constituye hoy una realidad que ha dado paso a las mayores cotas de desarrollo económico y de bienestar social que se recuerdan.

Paso a paso se han subido escalones en ese largo proceso de construcción europea en el que continuamos sumergidos. La creación del mercado interior, la moneda única, la apertura de nuestras fronteras o el desarrollo de unos valores comunes son ejemplos de esos éxitos, que han permitido a la Unión Europea emerger como la mayor unión de pueblos del mundo, compuesta por 27 naciones que suman casi 500 millones de habitantes.

Sin embargo, los numerosos retos que tenemos por delante no nos permiten quedarnos con los brazos cruzados. Europa es un continente complejo, que como en anteriores ocasiones ahora necesita de un nuevo impulso. Episodios como el estancamiento del Tratado Constitucional nos tienen que servir de revulsivo para seguir avanzando y acometer las reformas necesarias que nos permitan seguir siendo ejemplo mundial de un modelo de convivencia. Entre todos tenemos que contribuir a que la sustancia de ese texto, incluido el capítulo relativo a los valores, sea una realidad jurídica y política, que debe materializarse antes de las próximas elecciones europeas convocadas para junio del 2009. El Parlamento Europeo, como ha demostrado en varias ocasiones, está firmemente dispuesto a seguir apoyando una reforma institucional que nos permita avanzar hacia una unión ampliada.

La Declaración Institucional sobre el Futuro de Europa que los presidentes de las instituciones europeas firmaremos hoy en Berlín será el próximo paso que definirá la Europa que queremos para el siglo XXI y la voluntad de seguir siendo influyentes en el mundo.

Con esa declaración tiene que quedar clara la voluntad de los dirigentes europeos de continuar en la buena dirección y, al mismo tiempo, transmitir a los ciudadanos que miran con escepticismo a la Unión Europea que el trabajo continúa y que estas instituciones, a menudo tachadas de burocráticas e ineficaces, pueden dejar de serlo.

Todos aquellos que nos precedieron, desde Jean Monnet a Robert Schuman o Jacques Delors, estoy seguro que nos alentarían en esta voluntad que describo. Nuestro deseo de realizar reformas tiene que ser fuerte y decidido, tratando de fomentar la unidad de nuestro continente, pero manteniendo al mismo tiempo la diversidad.

Medio siglo después de aquel histórico 25 de marzo de 1957 tenemos nuevos retos. Vivir en seguridad, luchando contra cualquier forma de terrorismo, estrechar las relaciones con nuestros vecinos y con países de otros continentes, frenar el preocupante cambio climático, asegurar el abastecimiento energético, diseñar una política común de inmigración que respete los derechos humanos y luchar contra la pobreza son algunos de ellos.

No podemos ser triunfalistas. Europa tiene tareas que desarrollar que le impiden bajar la guardia, aunque el camino sea agotador. Pero estoy plenamente convencido de que si trabajamos con espíritu de unión, podemos superar los problemas planteados y afrontar con más fuerza el futuro.