Holanda se sumergió ayer en un caos político en el que sus líderes lo tendrán muy difícil para poner orden. En unas elecciones generales casi anárquicas, con más votos de protesta por el bando izquierdo que por el derecho, los holandeses castigaron duramente a los cuatro partidos tradicionales que en las últimas décadas dominaban el panorama político y se iban repartiendo el poder hasta que en el 2002 irrumpieron los correligionarios de Pim Fortuyn, el líder populista asesinado a una semana de los comicios.

Pese a que los izquierdistas más radicales del Partido Socialista fueron los grandes vencedores (subieron de 9 a 25 escaños), será el actual primer ministro y líder democristiano, Jan-Peter Balkenende (CDA), quien podrá intentar formar gobierno por tercera vez consecutiva. Su descenso fue muy ligero. Con 40 escaños y la gran pérdida de votos de su principal rival, el socialdemócrata Wouter Bos (PvdA), que bajó de 42 a 33, los democristianos se mantienen como el partido más votado.

VOTO INMIGRANTE Sin embargo, tras pasar dos veces por una crisis de gobierno que le obligó a adelantar las elecciones, Balkenende afronta nuevamente una complicadísima tarea, pues la distribución de los votos le hará muy difícil formar una mayoría.

Los socialistas del carismático Jan Marijnissen (SP), con mucho apoyo entre los inmigrantes, se erigieron así, de golpe, como el tercer partido del panorama político holandés, desbancando a los liberales conservadores del VVD, a los que atacaron duramente por la severa política hacia los extranjeros, sobre todo por parte de la ministra de Inmigración, la polémica Rita Verdonk. Los inmigrantes con derecho a voto acudieron ayer en masa a las urnas; se calcula que en este grupo de población la participación llegó al 70%, una cifra ligeramente inferior al porcentaje general en el país.

El VVD de Verdonk fue uno de los grandes perdedores (bajó de 28 a 22) junto al PvdA. Este último tenía la esperanza de desbancar a los democristianos de Balkenende como partido más votado, pero sufrió una derrota dolorosa, sobre todo porque muchos de sus electores más izquierdistas votaron al SP. Así, se aleja la posibilidad de que el líder socialdemócrata, Wouter Bos, pueda formar un tripartito de izquierdas con el mismo SP y Los Verdes, que aún juntos quedan muy lejos de la mayoría.

Pero, en el otro lado de la balanza, a Balkenende le ocurre lo mismo, y la gran pregunta es cómo podrá crear un gobierno estable. La coalición con VVD y los demócratas de D66 con la que afrontó la última legislatura ha sido muy castigada: de los 78 escaños que alcanzaron en el 2003 ayer bajaron a 65.

Paradójicamente, la única opción que le queda a Balkenende es precisamente alcanzar un pacto con Bos, aunque ni siquiera esa coalición entre los dos partidos más grandes pasa el umbral de 76 votos necesarios para formar una mayoría. Tras la divulgación de los primeros resultados, se quedan a tres escaños.

A pesar del ascenso de los socialistas más radicales, una parte del voto de protesta también fue a parar a la extrema derecha. Los herederos de Fortuyn han dilapidado por completo los 26 escaños que ganaron en el 2002 y ayer se debatían entre solo uno o la desaparición. El testigo lo cogió ayer el xenófobo Geert Wilders, que sorprendió con su derechista Partido por la Libertad, con unos nueve escaños.