La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, anunció ayer que israelís y palestinos se reunirán el próximo 2 de septiembre en Washington para relanzar las negociaciones directas con el objetivo de alcanzar un acuerdo de paz. La cumbre estará presidida por el presidente Barack Obama y, según la secretaria de Estado, su país espera que las conversaciones puedan completarse en el plazo de un año. Su iniciativa está respaldada por el Cuarteto de Oriente Próximo (Unión Europea, Naciones Unidas, Estados Unidos y Rusia). Israel aceptó ayer la invitación, mientras que los palestinos se espera que lo hagan en breve.

El anuncio de ayer constituye una pequeña victoria diplomática para Obama, que desde el inicio de su mandato se propuso relanzar la negociación cara a cara, interrumpida hace 20 meses, tras el inicio de la ofensiva israelí en Gaza. Pero poco más. La sensación en la región es que las partes acudirán a la cita para complacer a su anfitrión, porque nada indica sobre el terreno que haya realmente una voluntad sincera de resolver el embrollo, especialmente por parte de Israel, que es quien tiene la sartén por el mango.

"SIN PRECONDICIONES" La formulación expresada ayer por Clinton es, de momento, lo suficientemente ambigua para contentar a las partes implicadas. Atendiendo a las demandas de Israel, dijo que se negociará "sin precondiciones" y, para satisfacer a los palestinos, puso de plazo un año. Era uno de los puntos requeridos por la ANP, cansada de esos bucles de conversaciones infinitas a ninguna parte que Israel suele aprovechar para expandir los asentamientos sin presiones externas.

La Casa Blanca ha querido dar empaque a la cumbre invitando al monarca Abdalá de Jordania y al presidente egipcio, Hosni Mubarak, a los que ha reconocido "su papel esencial en los esfuerzos" de paz. El anuncio aporta oxígeno al Gobierno israelí porque, a pesar de que lleva meses pidiendo conversaciones directas, es percibido como el gran obstáculo por la comunidad internacional. "Acudimos con el deseo genuino de alcanzar una paz que proteja los intereses nacionales de Israel, especialmente su seguridad", apuntó la oficina del primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu.

Los palestinos también querían acabar con la llamada diplomacia del puente aéreo, es decir, las negociaciones indirectas iniciadas el pasado mes de marzo. Pero no a cualquier precio. Exigían que se reconociera como base de las negociaciones las fronteras de 1967, contemplando intercambios equitativos de territorio a cambio de los bloques de asentamientos a los que ningún Gobierno israelí está dispuesto a renunciar. Se desconocen las promesas que les ha hecho EEUU, aunque sí se sabe que la presión ha sido omnímoda, sin precedentes.

DIFICIL, PERO POSIBLE La pregunta es si es viable un acuerdo. Todos dijeron ayer que es difícil pero posible. La realidad, en cambio, es mucho más pesimista. Netanyahu gobierna una coalición plagada de irredentistas, colonos y ultraortodoxos opuestos a ceder un milímetro de Cisjordania. Estados Unidos podría tratar de convencerle prometiendo su apoyo en un eventual ataque contra Irán, pero entonces se expondría a la ruptura de su Gobierno y, seguramente, también de su partido.

En el campo palestino, la enconada división entre Hamás y Al Fatá, entre Gaza y Cisjordania, tampoco aventura nada bueno. Los islamistas insistieron ayer en su postura de oposición al diálogo directo.

El primer examen serio llegará unas tres semanas después del inicio de las conversaciones. El próximo 26 de septiembre expira la moratoria parcial israelí de construcción en los asentamientos de Cisjordania, una moratoria violada en 492 ocasiones, según datos de la oenegé Paz Ahora. El Gobierno israelí no quiere renovarla. Habrá que ver si traga una vez más la ANP.