Wang Qishan, el zar contra la corrupción, ha pasado de jubilado a vicepresidente del país. El presidente, Xi Jinping, arrastra a su fiel aliado a su vera dinamitando de nuevo los viejos usos de la política china. Ambos fueron nombrados ayer por la Asamblea Nacional Popular en la enésima muestra de su sometimiento a los designios del partido. De los casi 3.000 diputados, ninguno votó en contra de Xi y solo uno se opuso a Wang.

Wang, de 69 años, carecía de cargos relevantes en el partido desde que en el Congreso del pasado año dejara el Comité Permanente (siete miembros que pilotan el país) y la jefatura de la poderosa Comisión Central de Disciplina e Inspección. Su nombramiento rompe la casuística, pero es la clase de movimientos frecuentes desde la irrupción de Xi, que igual ignora las reglas no escritas como reforma la Constitución para asegurarse la presidencia vitalicia.