La propuesta lleva años sobre la mesa, pero el quórum es tan escaso que ahí sigue. Sin embargo, pese a su maltrecha historia, la idea de gravar las transacciones financieras internacionales fue el principal hilo conductor del discurso que ayer pronunció el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la tribuna de la ONU. El jefe del Ejecutivo propuso que la recaudación de esa tasa se destine a luchar contra la miseria. "Es bastante sensato, justo y lógico pedir un mínimo esfuerzo al sector de las finanzas", declaró, después de recordar que los gobiernos acudieron al rescate del sistema financiero.

Hasta ahora, el Gobierno no había mostrado de una manera tan clara su apuesta por esta tasa, que defienden con ahínco, en el seno de la Unión Europea, Alemania y Francia. De hecho, ayer, el presidente galo, Nicolas Sarkozy, también la reclamó en su discurso en las Naciones Unidas. "Las finanzas se han globalizado, por lo tanto ¿por qué no pedir que participen en la estabilización del mundo mediante un impuesto a cada transacción?", se preguntó. Francia presidirá el año próximo el G-8 (el club de países industrializados) y Sarkozy se comprometió a llevar la propuesta a ese foro y también al G-20, el grupo que incluye a otros países (como España) y los emergentes.

La tasa para las transacciones financieras requiere de consenso, porque de lo contrario se producirían distorsiones en los mercados y las empresas canalizarían sus operaciones por los países que no la hubieran implantado. Entre los detractores más importantes de esta tasa se encuentran EEUU, el Reino Unido y algunas potencias que no han sufrido la crisis actual.

Zapatero lamentó que los gobiernos no hayan cumplido los tiempos para conseguir los Objetivos del Milenio en el 2015 y reclamó que la crisis no se utilice como excusa para olvidarse de los millones de personas que viven en la pobreza.