Hasta ahora había sido imposible encontrar a un alto cargo de la Administración de Estados Unidos que definiera como tortura la técnica de ahogo simulado que se ha aplicado, según han reconocido agentes de la CIA, a por lo menos tres de los detenidos como sospechosos en la guerra contra el terror. Pero ayer la revista The New Yorker hizo pública una entrevista con el director nacional de espionaje, Mike McConnell, donde este identifica el ahogo como tortura.

"Si yo tuviera agua corriendo por mi nariz, no puedo imaginar lo doloroso que sería. No se si es tortura según la definición de otros, pero para mí lo es", declara el zar del espionaje, un vicealmirante retirado, que en la misma entrevista define tortura como "lo que cause un dolor insoportable". McConnell se niega, sin embargo, a contestar las preguntas sobre si el Gobierno estadounidense debería aceptar la definición. "Si alguna vez se determina qué es tortura, se impondrían importantes penas a cualquiera que aplicara la técnica", declara. Y rechaza tajantemente que EEUU torture a detenidos en interrogatorios.

Sus palabras tienen el fuerte valor simbólico de proceder de un cargo relevante en la Administración, sobre todo cuando tanto el Congreso como el Departamento de Justicia y la propia CIA investigan la destrucción de vídeos con supuestas torturas. Pero su testimonio dudosamente tendrá efectos legales.

El fiscal general, Michael Mukasey, vio peligrar su nominación por negarse a identificar el simulacro de ahogo como tortura, aunque declaró ante el Congreso que la técnica le parecía "repugnante".

La Casa Blanca intentó restar importancia al testimonio de McConnell. "No hablamos sobre técnicas de interrogatorios y no vamos a contestar a cada nimiedad que aparece en la prensa", manifestó el portavoz Tony Fratto, que insistió en que "es vital que el espionaje tenga todas las herramientas que necesita".