ARGENTINA: Sergio Romero; Ezequiel Garay, Luciano Monzón, Pablo Zabaleta, Nicolás Pareja, Fernando Gago, Juan Román Riquelme (Sosa, min. 90), Angel Di María, Javier Mascherano, Lionel Messi y Sergio Agüero.

BRASIL: Renan; Rafinha, Alex Silva, Breno, Marcelo; Hernanes (Neves, min. 60), Anderson, Lucas, Diego (Jo, min. 70), Ronaldinho; y Sobis (Pato, min. 60)

Martín Vázquez (Uruguayo). Amonestó a Zabaleta, Pareja, Hernanes, Rafinha, Anderson y Breno. Tarjeta Roja a Lucas (min. 80) y Neves (min. 83).

GOLES: 1-0: Min. 51, Agüero. 2-0: Min. 57, Agüero. 3-0: Min. 75, Riquelme de penalti.

Justo después de bajarse un poco las medias, abatido y zarandeado por Argentina, echado de mala manera de su sueño olímpico, Ronaldinho descubrió la figura cómplice de Messi, su amigo. Leo se acercó a Ronnie, le dio un beso y le abrazó. Pero no era un abrazo cualquiera. Le abrazó profunda y emotivamente. Nada de cortesía ni educación. El cuerpo de Leo se fundió con el de su viejo colega durante más de medio minuto, ajeno a la fiesta que vivía su país después de darle una tunda histórica a Brasil (3-0) y colarse en la final de los Juegos, donde les aguarda Nigeria, que ganó a Bélgica (4-1).

El Nido de Pekín espera a Leo el sábado con un botín de oro antes de volver a Barcelona, eternamente agradecido a Pep Guardiola, su entrenador, por permitirle disfrutar de una hermosa e inolvidable aventura olímpica. Pero antes de regresar al Camp Nou, Messi quiso acordarse de Ronaldinho. Estaba él, con las medias bajadas, la mirada perdida, los ojos vidriosos, sintiendo la condena de Brasil, que le volverá a recordar su fracaso en Sídney, unido al de Pekín. Ocho años de diferencia, dos batacazos de Ronnie y los pentacampeones del mundo siguen sin tener un título olímpico. En nada de eso pensaba el exazulgrana cuando recibió la inesperada visita de Messi en el centro del terreno de juego del atiborrado Workers Stadium chino.

EL KUN REMATA Había miles y miles de personas en el estadio, por encima incluso del aforo permitido, con incidentes previos para entrar al mismo. En ese momento, sin embargo, había dos amigos cruzando las últimas confidencias. Uno iba de amarillo, era el perdedor. Otro vestía de albiceleste, era el ganador. Costaba, sin embargo, distinguir quién había ganado realmente. Leo tuvo que ponerse hasta de puntillas para agarrarse mejor a Ronaldinho, a un petrificado Ronaldinho. Inmóvil, ausente, superado, de nuevo, por la derrota, sin comprender qué había sucedido antes.

Tiene muy fácil explicación. Argentina jugó a fútbol; Brasil, no se sabe a qué otro deporte. Después de una primera mitad gris, Leo empezó a meterle velocidad al partido y Kun Agüero, la estrella del Atlético, convertido en delantero centro, se hartó de marcar goles. Dos y los dos en el área pequeña de Brasil, un síntoma de la desnudez de la seleçao, que no hizo honor a su nombre. Ni, por supuesto, a su historia ya que Dunga, un seleccionador que está ya más fuera que dentro, ordenó marcajes individuales sobre Messi y Riquelme. ¡Dios mío! ¡Eso es Brasil! Siempre podrá decir que estrelló dos balones en el poste derecho de Romero, el meta suplente argentino. No le sirve, sin embargo, ni de coartada. Argentina atropelló a Brasil en un partido que tendrá serias repercusiones. Para Ronaldinho ya no hay más lugar para el sueño olímpico.