Las aguas bravas del canal del Parque Olímpico de Shunyi estuvieron a punto de darle a la delegación española la tercera medalla en los Juegos de Pekín. Una penalización de dos segundos por tocar la puerta 20 del recorrido de eslalon, pintada de rojo y blanco (lo que significaba que debía remontarse), impidió que un joven irundarra de 20 años, Ander Elosegui, subiera al podio en una de las pruebas más inesperadas, el eslalon C-1 (canoa individual) de piragüismo en aguas bravas.

Si el domingo fue la esgrima la que se incorporó a los 25 deportes en los que España luce ya al menos una medalla olímpica, ayer a punto estuvo de agregarse a la lista una modalidad que ha situado a La Seu d´Urgell como uno de los centros de entrenamiento más importantes del mundo. Las aguas bravas entraron en el programa olímpico en Múnich-72, pero no volvieron a celebrarse hasta que los Juegos de Barcelona se empeñaron en recuperarlas y se aprovechó para construir el necesario canal artificial. España solo había tenido un finalista hasta ayer, el leridano Jordi Sangrà, que fue séptimo hace cuatro años en Atenas.

Pero ayer la medalla estuvo más cerca que nunca. Concretamente, el bronce se jugó en esos dos segundos de penalización que Elosegui cometió cuando ya acababa la final en el tortuoso, brusco y duro canal construido cerca de Pekín, uno de los más difíciles del mundo. El doble campeón olímpico y abanderado de Francia, Tony Estanguet, lo sufrió al quedarse fuera de los ocho finalistas.

ESTUDIANTE DE FISICA Elosegui, un estudiante de Física en Bilbao pero que se pasa el año viajando para poder entrenar, comenzó la final desde el séptimo puesto. Bajo bien, tranquilo. En la puerta 20, salió corto, viró muy apurado al palo y lo rozó. Dos segundos de propina que le situaron, con 182.12 segundos sumados entre la semifinal y la final, a 1.53 segundos del australiano Robin Bell. El británico David Florence también le superó, pero los dos siguientes palistas fallaron. Cuando solo quedaba uno por bajar, Elosegui aún era tercero, y el sueño de conseguir una medalla estaba cerca.

Pero el último palista era el eslovaco Michal Martikan, campeón olímpico en 1996 y dominador actual de la modalidad, y no como era lógico, no perdonó. Se llevó el oro y Elosegui se tuvo que conformar con la cuarta plaza. "He tenido dos toques (el español penalizó también en la semifinal) que me han jodido la medalla. Quedarse ahí, tan cerca, duele y me deja un sabor muy agridulce", aseguró el canoísta vasco.

Elosegui y sus compañeros de selección Guillermo Díez-Canedo (14º ayer en K-1), Carlos Pérez Rial y Maialen Chourraut tiene que recorrer miles de kilómetros al año para entrenar. Desde el pasado mes de octubre, han estado en los canales olímpicos de Sídney y Atenas, además de otros en Eslovaquia y la República Checa (dos de las potencias mundiales, junto con Alemania y Francia). Su campo base está en La Seu d´Urgell. Pero Elosegui lamenta que no se hayan cumplido todavía algunas promesas. "Es una auténtica pena que tenga que ir a 400 kilómetros de casa para entrenar. Han prometido varias veces un canal en el País Vasco. No sé de quién depende la decisión, pero al final siempre acaban rajándose".