Me queda un sabor algo extraño del bronce de España. El éxito no nos tiene que nublar la vista y hace unas horas, después de perder la semifinal ante Islandia, las sensaciones eran malísimas. Se había perdido una oportunidad histórica de jugar la final.

Menos mal que en el partido del tercer y cuarto puesto, los jugadores han sacado la casta y han hecho lo que tenían que hacer y no habían hecho demasiado en todo el campeonato: defender duro y conseguir así buenas oportunidades de contragolpe. El estilo de juego tradicional de España, que ha encajado demasiados goles incluso ante rivales inferiores como Brasil y la propia Islandia, que era asequible.

Al equipo, ya digo, le ha faltado contundencia defensiva y continuidad en ataque, excepto momentos muy concretos, como en los cuartos de final ante Corea.

Me alegro que esto haya acabado así por varias personas. El extremeño Carlos Prieto se marcó ayer su mejor partido como internacional y está llamado a ser importante en esta generación de jugadores. A Demetrio Lozano le tuve como jugador y es el único que ha ganado tres medallas con España, algo que hasta ahora compartía con nuestro Juancho Pérez. David Barrufet lo ha dado todo por la selección y se marcha de la mejor manera posible, con un colofón precioso como es subir al podio. Y Juan Carlos Pastor ha completado un ciclo muy exitoso, con tres medallas en cuatro años, incluyendo aquel oro en el Mundial de Túnez.

El momento del balonmano en España es bueno. Tenemos la mejor liga del mundo compitiendo con la alemana y la selección no ha dejado de dar éxitos en los últimos años.

En la competición en sí, Francia ha resultado muy superior, ganando casi todos sus partidos con una gran seguridad en sí misma.