Sin ánimo de desmerecer a nadie, pero con la selección alemana siempre ha pasado lo mismo. Antes del partido los miras uno a uno y te acojonas. Físicamente son enormes, fuertes... impresionan. Pero no me digan por qué, desde que el árbitro echa el balón al aire y vaya como vaya el resultado del partido, sabes que al final les vas a acabar ganando. Los ciclistas usan una expresión para este tipo de casos: globeros. En el baloncesto no tenemos ningún mote especial, sin embargo, cuando ves que hasta al gran Dirk Nowitzki le han convencido para que se rape el pelo y se marque los aritos olímpicos en la cabeza, ya sabes que nada ha cambiado.