Pase una madrugada con Rafa y jamás se aburrirá. En China, se llevan dos consecutivas y cada una de ellas es una delicia. En la primera, dio un recital. En la segunda, o sea, la de ayer, proporcionó un torrente de emociones que provocan sensaciones inéditas. El público del centro olímpico de tenis de Pekín no paró de aclamarlo, sus vecinos de la Villa Olímpica, los baloncestistas Pau Gasol, Rudy Fernández y Ricky Rubio, entre otros, decidieron trasnochar para no perderse otra gesta de su amigo. Horas después, mientras ellos ya dormían felices, Nadal seguía con su rutina.

Cogió el bus de la una y media de la madrugada, camino de su habitación en la Villa, terminó de comer a las dos y cuarto, según su propio relato, después tocó tumbarse en la camilla para recibir 45 minutos de masaje y luego un inevitable periodo de relajación para que la máquina no se resienta. Hoy se levantará a las 12 del mediodía, más o menos, "una charla con los vecinos de enfrente, con los del baloncesto, unas cartas, comida, entrenamiento y luego iré a verlos contra Estados Unidos". Así son los días de Rafa. Llegó a Pekín arrastrándose --"en los últimos cinco meses solo he estado 10 días en casa", quejándose de todo, de la humedad, de la pista, del sorteo --"es el cuadro más duro que me podía tocar"-- y hasta de sí mismo.

"Un deportista de equipo"

Una semana más tarde, ninguna de esas quejas han minado a Nadal. Se zambulló en el espíritu olímpico y ha recobrado la energía que parecía agotada. "Por mi mentalidad, y por cómo soy yo, considero que soy más un deportista de equipo que no individual", explicaba en la madrugada de ayer Nadal, tras un partido inolvidable. "Es un sueño llegar a la final, es fabuloso para mí y para mi país", afirmó.

Hablaba Nadal entusiasmado, poseído por un desafío que le ha dado una motivación extraordinaria cuando parecía que lo tenía todo en la mano. "Me ha ayudado un montón la gente de la Villa, se han comportado increíblemente bien conmigo. Eso me ha ayudado mucho", explicó el tenista español, fascinado por todo lo que le ha sucedido en esta última semana. Desde la diversión en el desfile de la ceremonia inaugural hasta la complicidad con los colegas del baloncesto. "Es fabuloso, es fabuloso. Es una de las experiencias más felices de mi vida", repitió una y otra vez.

Esa felicidad no le impidió, sin embargo, tener un gesto hacia el derrotado. Acabado el partido, se tiró al suelo, pero vio que Djokovic estaba petrificado en la red tras su infantil error. Rafa se levantó y fue a consolar al serbio, con quien se abrazó de forma respetuosa y emocionada.