Es un sueño, es un sueño, es un sueño... Me han pasado tantas cosas en tan pocos segundos, que no me lo acabo de creer. Han sido millones de emociones reunidas en un instante. Por unos momentos, estábamos fuera de la final, pero marcamos de penalti, algo que no habíamos hecho durante el torneo. ¿El penalti? En el descanso, habíamos hablado con Maurits sobre las zonas donde debíamos tirar los lanzadores. Cada uno tenía su sitio. Pero he visto que me presionaban mucho por la derecha y, al final, he cambiado sin avisar a nadie.

En un Champions Trophy le marqué a este portero tres goles por ese lado. Sabía que era débil porque le fallaba el palo. Entonces, me dije: ¡Santi, cambia. Cambialo, tira a la izquierda. Olvídate de la derecha! No se lo dije a nadie, ni siquiera a mis compañeros. Amagué que lanzaba a la derecha y lo tiré a la izquierda. No ha sido un penalti muy espectacular, pero son de esos que sí entran. ¡Fuerte y dentro de la portería!

Todo eso lo había decidido antes de colocarme para lanzar. Y salió bien. ¿Una desobediencia a lo que había dicho el míster? No, simplemente intuición. Nada más, ja, ja, ja.... Ahora nos espera Alemania en la final. Sabemos que serán rácanos, serán los de siempre, aprovecharán sus oportunidades, ya lo sabemos. Pero nosotros debemos hacer nuestro hockey, sin caer en los pequeños errores que hemos tenido ante Australia porque nos puede costar el oro. Estamos cansados, sí, pero en una final olímpica no hay cansancio, no hay piernas que valgan. Vamos a tirar del corazón. La verdad es que nos merecemos ganar el oro.