El deporte español aguardaba el oro de David Cal y, de repente, se vio celebrando el de Carlos Pérez y de Saúl Craviotto, dos policías nacionales, uno gallego y otro catalán, a quienes muy pocos colocaban en los puestos de honor en las apuestas. Los integrantes del K-2 500 metros rompieron los pronósticos, convirtiendo la felicidad por la segunda medalla de Cal en estos Juegos --una plata en el C-1 500 metros-- en una explosión de locura del piragüismo español, que alcanzó la primera medalla de oro de su historia, la séptima en global, y guardará para siempre en la memoria colectiva el canal de remo y piragüismo de Shunyi.

Secretamente, Pérez, de 29 años, y Craviotto, de 23, se sentían seguros de sus fuerzas cuando llegaron a Pekín. Con posibilidades en la carrera. Sus tiempos en los entrenamientos los avalaban. Pero después de cruzar la línea de meta por delante de los grandes favoritos, el K-2 alemán, lo celebraron como si ni se les hubiera pasado por la cabeza. "No nos lo podemos creer, es la hostia", repetía una y otra vez Craviotto a quien lo quisiera escuchar. "Es que cuando hemos entrado en la línea de meta, hemos tenido que mirar el marcador y esperar un par de minutos porque pensábamos que habíamos sido segundos", apuntó Carlos Pérez.

EL MAREO DE CAL También a Cal se le dibujó ayer una enorme sonrisa. Un día antes la plata le supo poco. En los 1.000 metros se veía con fuerzas para más. Para pelear por el título olímpico, que defendía desde Atenas. Pero ayer abandonó el agua feliz por el segundo lugar. "Hombre, vine a por dos oros, pero dos platas no es un mal balance. No se ganan todos los días", explicó Cal, que añade estas dos medallas al oro y la plata de Atenas, igualando las cuatro que ostentan el ciclista Joan Llaneras y la tenista Arantxa Sánchez Vicario como los más galardonados.

El palista gallego acabó exhausto en la prueba que se adjudicó el ruso Maxim Opalev, su gran rival, que tuvo un punto más de velocidad. Ocho veces campeón del mundo, a Opalev se le había resistido la medalla olímpica en Sídney y en Atenas. Tanto se vació Cal, de tal magnitud fue la explosión de fuerza que realizó, que acabó derrengado y necesitó asistencia médica por un bajón de glucosa. Después, sin estar recuperado del todo, le obligaron a acudir a la ceremonia de medallas, a pesar de sus protestas y las del médico federativo. Así que, allí en el podio, mientras sonaba el himnode Rusia, Cal acabó por vomitar,instantes después de haberrecibido lamedalla de plata.

DESCONECTAR / "No hay nadaque no se le pase con una coca–cola y un poco de descanso",decía el entrenador del palistagallego, Suso Morlán, que rápidamenteacudió a ver el estadofísico del palista. "Lleva cuatrode cuatro en finales olímpicas,¿qué más le podemos pedir?",decía el técnico gallego, a cuyolado Cal ha construido toda sucarrera. "Se lo ha llevado Opalev,que ha sido el más rápido. Peroesto son los Juegos. Se lo merecía.Así que felicidades", comentóMorlán, que dijo que solotenía ganas de que todo acabaracuanto antes y poder descansarpara afrontar un nuevo reto.

"Ahora, David tendrá tiempopara desconectar. Le he dadocuatro meses de vacaciones paraque recupere todo el tiempo perdido.Nos quedamos bien, perotenemos que desconectar. Paraque cuando su amigos o su chicalo llamen, pueda decir: Sí quedamos.Cuando pase este tiempo,hablaremos de Londres", concluyóel técnico. El presidente dela Federación Española de Piragüismo,Santiago Sanmamed,vaticinó de cara a la próxima citaolímpica: "En Londres superaremosestas tres medallas, sinduda", afirmó el presidente dejandouna puesrta abierta a la esperanza.