Hoy, a las 18.30 de la tarde, hora china, 12.30 del mediodía en España, 6.30 de la mañana en la costa Este de Estados Unidos, comienza la mayor hazaña olímpica que puede ser jamás contada. En ese momento, Michael Phelps se lanzará por primera vez a la piscina del ya famoso Water Cube de Pekín para iniciar el asalto a la medalla de oro de los 400 metros estilos. Esa aspiración, que en otro deportista ya sería una gesta por sí sola, será para el expreso de Baltimore solo el primer paso, la primera brazada, de una empresa de titanes. Porque a sus 23 años, en sus terceros Juegos Olímpicos, como todo el mundo sabe, lo que pretende Phelps es arrasar con ocho medallas de oro y dejar para la historia las siete que logró su compatriota Mark Spitz hace 36 años en Múnich.

Una hazaña, una gesta, un reto, un desafío que nadie duda que está al alcance de quien se está consolidando como el mejor nadador de todos los tiempos. Bueno, solo alguien duda, su predecesor en el trono de la natación, Ian Thorpe, retirado en el 2006. "Siempre puede haber algún rival que esté en una extraordinaria forma, haga una gran marca y te derrote", echó agua al vino de la euforia el extorpedo australiano.

SOSPECHOSO BIGOTE El propio Phelps sigue sin admitir públicamente que su objetivo sean los ocho oros, aunque se ha inscrito en ocho pruebas y se ha dejado un sospechoso bigote que recuerda vagamente al que lucía Spitz. "Solo mi entrenador Bob Bowman y yo sabemos los objetivos que nos hemos marcado, nunca hemos hablado de romper ninguna marca", recordó hace un par de días en Pekín.

Todos los demás piensan en él. Incluso la cadena de televisión estadounidense NBC, que ha forzado a la organización a programar las finales por la mañana para coincidir con los horarios de máxima audiencia en EEUU.

Ni esa modificación inquieta al tranquilo gigante de Baltimore --mide 1,93 pero su envergadura de brazos supera ampliamente los dos metros--, que en la Villa Olímpica se pasa el día bromeando con mamá Dara Torres (la nadadora más veterana de la historia, con 41 años, en sus quintos JJOO) y picándose con Ryan Lochte, su gran rival en la prueba de hoy.

MARATON "Hay que estar a punto para nadar en cualquier momento, no importa si es por la mañana, por la noche o al mediodía. Estoy representando a mi país y estaré a punto", dijo Phelps. El hercúleo trabajo que comienza hoy incluye 17 carreras en 9 días. Eso, dando por supuesto que sus compañeros de equipo nadarán las eliminatorias de los relevos y él solo estará en la final. Cada día saltará al menos una vez a la piscina, pero el lunes y el miércoles lo hará tres veces. Este último día, entre las finales de 200 mariposa y 4x200 metros libre solo transcurrirán 58 minutos. Una locura.

Una exigencia que Phelps, sin embargo, ya conoce muy bien. Con 15 años ya fue quinto en los 200 mariposa en Sídney. Con 19, se llevó seis oros y dos bronces en Atenas. Y el año pasado igualó las siete victorias de Spitz en los Mundiales de Melbourne, con el mérito de que cinco de ellas fueron en pruebas individuales y solo dos en relevos.

"No he hablado con Mark Spitz últimamente, pero me deseó mucha suerte", asegura Phelps. Suerte va a necesitar, pero tampoco tanto, porque el extraordinario nadador tiene de su parte los récords del mundo en cuatro de las cinco pruebas en las que participa: 200 y 400 estilos, 200 libre y 200 mariposa. Donde más tiene que temer será en los 100 mariposa (el sábado 16), prueba en la que su compatriota Ian Crocker tiene el récord del mundo y querrá vengarse, sin duda, de la derrota que sufrió en los anteriores Juegos.