Detrás de un genio como Rafael Nadal, al que no se le adivinan límites, o el ejemplo que dio Samuel Sánchez, un abnegado ciclista que tocó el oro al pie de la Gran Muralla, siempre quedará la figura, modesta, discreta y anónima de Joan Llaneras. Mallorquín como Nadal (uno nació en Porreres, otro en Manacor) se bajó ayer de la bici en el futurista velódromo de Pekín con una medalla de oro en el pecho, tras ganar la prueba de puntuación, y siendo ya auténtica leyenda del deporte español. Tres medallas en ocho años (oro en Sídney y Pekín, plata en Atenas) transforman a este ciclista, de 39 años, en el más laureado de la historia, con un palmarés maravilloso, completando una silenciosa carrera en la élite. Es, sin duda, el campeón menos mediático del país.

ESPERANZA En cualquier otro lugar, y con tanta medalla en su casa de Girona, donde reside desde hace un tiempo, Llaneras sería una celebridad. En España, sin embargo, solo se sabe de él cada cuatro años, sin reparar demasiado en que también colecciona siete títulos mundiales y una carrera impecable.

Entonces, cual reloj programado para cada cita olímpica, emerge la figura victoriosa de Llaneras, el señor de las pistas. Como si viniera de la nada. Mentira. Viene precedido de cuatro largos años de esfuerzo, dedicación y entrega dando vueltas y más vueltas alrededor de un peralte de madera. Ayer, en ese velódromo chino que parecía un platillo volante dispuesto a despegar, el mallorquín completó las 160 vueltas (40 km.) en tres cuartos de hora, con una reacción espectacular en la parte final de la prueba. Tímido, apocado, alejado del ruido convencional y mediático de las estrellas --o de quienes dicen serlo--, Llaneras se desata cuando se acicala el casco, tan futurista como el escenario, ajusta los pedales y dibuja en su cerebro la carrera soñada.

En Pekín, antes de irse para siempre de un deporte que ha engrandecido con sus gestas durante casi una década, Llaneras dedicó el último favor al deporte español. Trasladó un mensaje de ánimo. De que todo puede ir mejor de lo que iba. Para olvidar, sobre todo, la decepción matinal de Paquillo, que acabó séptimo en la marcha cuando le colgaban la medalla antes de empezar a marchar. El ciclista, como ya había hecho su colega Samu al inicio de los Juegos en la prueba en ruta, dejó también otro mensaje de esperanza para los demás. Si trabajas, ganas.

EL GESTO DE RAFA Después de una larga espera --una semana en los Juegos con solo dos medallas, la de Samuel y el esgrimista José Luis Abajo se hace eterna e inquieta--, Llaneras ha devuelto la calma. Porque un éxito se conecta a otro. Ayer, mientras se entrenaba en una escondida pista del centro olímpico de tenis, Rafa Nadal recibió la noticia del oro de su compatriota. Paró un segundo de golpear la pelota con Francis Roig, su entrenador (Toni Nadal, el tío, se ha quedado en Palma), levantó el puño y lo celebró con rabia. Como si fuera suyo el oro. Llaneras ya lo tiene; Rafa, aún no. Pero ellos tampoco están solos porque una pareja de tenistas ha transitado bajo el impacto mediático de Nadal colándose también en la final.

LA MEDALLA FEMENINA Virginia Ruano, que ya fue plata en Atenas-2004, y Anabel Medina coronaron anoche su particular Everest al eliminar en la semifinal a la pareja china formada por Zi Yan y Jie Zheng en dos sets tras dos horas de partido, garantizando así que la mujer también existe en China. Nadal vio el primer set de sus colegas, mientras la Reina Sofía y la Infanta Cristina asistieron a todo el encuentro. Ambas habían estado antes en el velódromo donde Llaneras rindió un homenaje a un amigo, el fallecido Isaac Gálvez.

En China no solo se ha visto ya al hombre más rápido del mundo --Usain Bolt voló en el Nido con un nuevo récord del mundo de 100 metros mirando a la grada-- ni al pez disfrazado de persona en la majestuosa figura de Phelps, que lleva siete medallas olímpicas, como Mark Spitz en Múnich-72. En China también se vio a Llaneras.