Ni Croacia, mañana en cuartos, ni China en semifinales son mejores equipos que nuestra selección. Tal vez Lituania nos podría crear algo más de problemas, pero ni siquiera así. Digamos que llegar a la final de estos Juegos e igualar por fin la medalla de plata que conseguimos en Los Angeles-84 está al alcance de la selección. No obstante, ¿cuál es el problema principal con el que España se puede encontrar? Pues, ella misma.

La incorporación de Aíto García Reneses como seleccionador ha modificado estructuralmente a nuestra selección. Con Pepu, tanto los roles como los minutos de calidad estaban marcadamente más definidos. Antes todo el mundo sabía quién, además de Pau, estaría en pista para sacar las castañas del fuego. Ahora, Calderón, Navarro o Garbajosa se encuentran desubicados. En cambio, a Ricky Rubio le ha tocado ostentar galones casi de líder.

Durante la preparación todo fue bien. Nadie dio excesiva importancia a estos detalles, en parte por la novedad y en parte creyendo que una vez llegados los Juegos todo volvería a la normalidad. Pero apareció Pekín y, aunque como teoría la fórmula de la intensidad unida a los sucesivos cambios es incuestionable, en la práctica requiere que todos los jugadores, principalmente los más perjudicados, estén dispuestos de asumir sus nuevos roles. Ahí precisamente está la solución... o el problema.