Si Michael Phelps quería emociones fuertes en los Juegos Olímpicos de Pekín, no hay duda de que las va a tener. Su senda hacia las ocho medallas de oro que pretende para superar el techo de siete de Mark Spitz en 1972 no va ser un camino de rosas, sino una carrera de obstáculos. El primero, y grave, lo superó ayer gracias a la colaboración de un compañero de relevos en los 4x100 metros libre, que Estados Unidos ganó con solo ocho centésimas de ventaja sobre Francia en una de las finales más estratosféricas de la historia de la natación.

Phelps estuvo a punto de tropezar en el segundo obstáculo, pero le salvó la campana. O más bien su compatriota Jason Lezak, que se dejó la piel en la piscina para superar en el último largo, más bien en los últimos 20 metros, al plusmarquista mundial de los 100 metros libre, el francés Alain Bernard, en uno de los esprints más emocionantes que se recuerdan. Mientras, Phelps, ya fuera del agua, se desgañitaba con gritos de ánimo a su compañero, saltando y dando brincos junto a los otros dos relevistas, Garrett Weber-Gale y Cullen Jones, uno de los pocos nadadores de color.

EUFORIA INCONTENIBLE Cuando Phelps comprobó que Lezak había tocado primero el muro por un pelo, estalló en una exhibición de euforia incontenible, tensando todo su cuerpo, levantando los brazos y gritando como un poseso. Demostración de que el reto de los ocho títulos olímpicos en los misma cita olímpica --algo inaudito en cualquier especialidad-- es la gasolina que le mueve en sus terceros Juegos. "Jason ha estado increíble, ha acabado más rápido de lo que nadie podía imaginar", agradeció el Expreso de Baltimore el trabajo de su compañero de cuarteto. "Ha sido muy excitante. En los últimos 50 metros pensé: ´Esto va a estar reñido´. En los últimos 10 o 15 metros estaba tan nervioso que me he quedado sin voz".

No fue para menos. La película de la final fue la siguiente. Phelps nadó el primer relevo para EEUU en 47.51 segundos, a una centésima del récord mundial de Bernard. Pero no fue el mejor. El australiano Eamon Sullivan se le adelantó con una nueva plusmarca universal (47.24). EEUU recuperó el liderato con Weber-Gale mientras Francia progresaba hasta el segundo puesto. La tercera posta fue una exhibición del francés Frederick Bousquet ante el estadounidense Jones, al que sacó casi un segundo. Lezak heredó el último relevo con 59 centésimas de desventaja frente a Bernard, que al giro por los 350 metros la había ampliado a 82. Casi un segundo.

Y ahí empezó la descomunal reacción de Lezak. El estadounidense aceleró el ritmo de brazadas, hundió la cabeza en el agua y se fue a por el francés. Bernard aguantó los primeros 25-30 metros, pero en el tramo final sucumbió al tozudo empuje de Lezak, que selló la victoria de EEUU y salvó, de momento, el histórico intento de Phelps. El cuarteto estadounidense rebajó en casi cuatro segundos su récord mundial de la víspera (lo llevó de 3.12.23 minutos a 3.08.24) y arrastró tras de sí a otros cuatro equipos a nadar por debajo de la plusmarca mundial. Francia fue plata con 3.08.32; Australia, bronce con 3.09.91; Italia, cuarta con 3.11.48; y Suecia, quinta con 3.11.92.

La alegría del equipo norteamericano solo era comparable a la desesperación del francés Alain Bernard, a quien se le escurrió auténticamente la victoria entre los dedos. El fornido esprinter se encerró en el baño de los vestuarios del Centro Acuático Nacional y, furioso, la emprendió a patadas con todo lo que encontraba. Bernard se quedó sin oro y sin el récord del mundo.

Lezak le quitó importancia a su gesta y aseguró que Phelps no le debe nada. "Antes de salir ya dijimos que esta era una prueba de 400 metros, no un 4x100. Somos un equipo, no cuatro individualidades. Michael puede disfrutar de lo que consiga en estos Juegos", dijo el generoso Lezak, como si no hubiese pasado nada en la pileta.

"Los últimos 15 o 20 metros fueron de locura. Pero sabía que si había alguien en el mundo que podía levantar esta situación, ese era Jason", concluyó Weber-Gale.