Michael Phelps comenzó a lo grande su camino hacia la historia. El nadador estadounidense de 23 años empezó a copiar fielmente la gesta que esculpió Mark Spitz en los Juegos de 1972 en Múnich y, en la primera final de natación, dejó a cuadros el Water Cube con un récord del mundo en los 400 estilos y la primera de las ocho medallas de oro que persigue en los Juegos pequineses.

Nada más tocar la pared, Phelps alzó la vista buscando a su madre y sus ojos se toparon con el presidente de EEUU, George W. Bush, blandiendo con entusiasmo una bandera de barras y estrellas. No era el único. El público local también comenzó a rendirse a la ambición histórica del nadador de Baltimore, que en el momento de leer estas líneas ya puede haber conseguido el segundo título, en la final de los 4x100 metros libre que se disputaba a las 5.23 horas de la mañana española. Esa será una tónica constante en estos Juegos, ya que Phelps saltará a la piscina en 17 ocasiones durante estos nueve días en que quiere reescribir la historia superando las siete medallas de Spitz.

ULTIMA CARRERA Y, para que no faltara nada en la reedición de la gesta del 72, el nadador estadounidense comenzó también con un récord del mundo. Pero no un récord cualquiera. Phelps confesó a su entrenador, Bob Bowman, antes de salir que probablemente esta sería su última carrera en una prueba larga para sus características.

Por eso, pese a hacer una carrera según él imperfecta --"Mi tramo de espalda podría haber sido mejor"--, pulverizó el récord que había conseguido a finales de junio en la calificación de EEUU (4.05.25 minutos) y lo rebajó en más de un segundo (4.03.84). Al húngaro Laszlo Cseh, establecer un nuevo récord de Europa (4.06.16) le sirvió para arrebatar la segunda plaza al amigo de Phelps, Ryan Lochte (4.08.09).

Phelps nadó en todo momento por debajo del récord del mundo que él mismo tenía. Acabó la mariposa con 46 centésimas de ventaja sobre esa referencia; la espalda, con 83; la braza con 1.40 segundos (ahí se le acercó peligrosamente Lochte, pero luego se desfondó); y el estilo libre, con 1.41. Ahí fue donde Cseh superó al segundo estadounidense.

EMOCION EN EL PODIO Y ahí fue cuando también buscó sin éxito la mirada de su madre en la grada. Estaba ahí, pero no consiguió verla en ese momento. Pese a todo, Phelps esbozó la primera gran sonrisa de los Juegos, satisfecho por haber superado el primero de los ochos trabajos que se ha impuesto en esta hercúlea empresa. El ya mejor nadador de todos los tiempos abandonó por unos momentos la concentración que le acompaña siempre, sobre todo cuando sale a la piscina con sus auriculares, que no se quita hasta el último momento. "Ahora estoy feliz, muy emocionado, ha sido realmente una buena manera de comenzar", aseguró Phelps, a quien se le escapó alguna furtiva lágrima en el podio. Lo visitará muchas más veces, aunque para ello tendrá que proseguir con su espartana vida. "Comer, dormir y nada. Eso es todo lo que puedo hacer. Meter algunas calorías en mi organismo para intentar recuperar".

NERVIOS INICIALES Aunque ahora le queda lo más duro --siete pruebas más le esperan--, Phelps pasó lo peor. La presión casi le pudo. No se encontraba bien en la cámara de llamadas. "No, no estaba muy bien, me entraron escalofríos", confesó. Luego ya nadando, tampoco se sintió perfecto, a pesar de la estratosférica marca. "No me sentí muy bien. Creo que podía bajar de 4.03. Debo mejorar en la espalda y en la braza sentí que debía apretar todo lo que pudiera".