A la sombra de Michael Phelps también hay luces, aunque no lo parezca. Ayer mismo se produjo un fogonazo en la carrera que define nada menos que al nadador más rápido del mundo. La ´Bala de Baltimore´ tiene muchas cualidades, es el más grande de todos los tiempos, pero no es el más rápido. Ese honor recayó ayer en el francés Alain Bernard, que logró una dulce victoria en la final de los 100 metros libre.

Ni siquiera estableció un nuevo récord del mundo (algo habitual en estos Juegos de Pekín, donde ya se han batido 18 en la piscina del Water Cube), pero el fornido francés de 25 años logró la victoria que mejor le supo, sin duda. Porque en ella, en ese hectómetro, en esos 47 segundos y 21 centésimas, se tomó varios desquites de derrotas que le tenían derruido. Para empezar, le ganó la partido al australiano Eamon Sullivan, de 22 años, exnovio de la campeonísima Jennifer Rice, que le llevaba amargando la vida desde hace meses. Primero le quitó el récord mundial de los 50 libre; luego, aquí en Pekín mismo, le arrebató el de los 100 en una serie; y, cuando lo recuperó Bernard en la primera semifinal del miércoles, Sullivan se lo volvió a quitar cinco minutos después (47.05).

Ayer, los dos velocistas nadaron por calles contiguas (la 4 Sullivan, la 5 Bernard) como dos muñecos sincronizados, como si les separara un espejo. Codo con codo, hundiendo la cabeza en el agua y sacándola a respirar lo justo, hasta que Bernard logró estirar los dedos y tocar la placa 11 centésimas de segundo antes que el australiano (47.32), que ahora le espera en los 50 libre, en su último gran duelo.

La espina del relevo

Bernard también se quitó de encima la maldición que arrastraba con el estadounidense Jason Lezak. Nunca olvidará el francés la desesperación que sufrió cuando, en la última posta de los 4x100 libre, el pasado lunes, Lezak le remontó casi un segundo en los últimos 50 metros para salvar de milagro, por los pelos, la segunda medalla de oro de Phelps, que había nadado el primer relevo. Aquel día, Bernard se encerró en un baño del Water Cube y destrozó a patadas todo lo que encontró antes de sentarse en un rincón a llorar.

Ayer no hubo motivo para el llanto porque Lezak remontó igualmente, pero solo hasta el tercer lugar (47.67), dejando atrás, entre otros, al holandés Pieter van den Hoogenband, que persiguió sin éxito su tercera corona consecutiva en el esprint. A la vista del fracaso (fue 5º), anunció de inmediato su retirada.

Todo lo contrario que Bernard, que calificó su triunfo como "una victoria contra mí mismo". El francés solo ha perdido dos carreras de 100 libre este año, y la derrota en los relevos ante EEUU le afectó tan profundamente que ha necesitado todo tipo de ayuda para recuperarse anímicamente. "Todos me decían que el relevo era cosa de cuatro, pero al salir último asumí toda la culpa. Me afectó mucho haber perdido ese relevo", reconoció ayer el nadador.

España no recupera

En la otra cara de la moneda continuó la natación española, que agotó sus últimas opciones de añadir otra plaza de finalista al solitario Aschwin Wildeboer (100 espalda). Erika Villaécija, fue 16 y se quedó fuera de la final en unas de las pruebas a priori accesibles.