Dos apisonadoras de ébano demoraron el primer oro femenino español en tenis. En un suspiro se fue el partido entre españolas y estadounidenses, que tuvo más de entrenamiento que de final olímpica. A las españolas les faltó el esplendor físico que exigen las exhuberantes Williams, más altas, más rápidas, más fuertes. Las molestias en el muslo de Vivi Ruano les puso el partido ladera abajo a las estadounidenses, que ventilaron el trámite con frialdad funcionarial. Una hora y seis minutos después del saque inicial, la pareja española forzaba una sonrisa de camino a los vestuarios con solo dos juegos en el zurrón (6-2, 6-0).

Es previsible que en Pekín haya perdido el tren del oro olímpico Ruano, que tendrá 39 años en la próxima cita. La madrileña, que encabezó la clasificación de doblistas, acumula 48 títulos. Con Medina, su pareja desde hace año y medio, ha sumado cuatro títulos, Roland Garros incluido. La sensación es de misión cumplida, habida cuenta de la inercia que cogió el partido. "No esperábamos que jugaran tan bien porque no lo han hecho en todo el torneo, pero es muy difícil frenarlas cuando van por delante", dijo Ruano.

LA SEGUNDA PLATA En Atenas había recogido otra plata tras perder la final junto a Conchita Martínez contra el equipo chino. "Esta me sabe mejor que la anterior, pero siempre te quedas mal después de perder. Supongo que en unos días la sensación desaparecerá", afirmó Ruano. "Hace cuatro años caí en la primera ronda en individuales y dobles, así que no me puedo quejar", sostuvo Medina.

La doblista madrileña hubo de ser atendida de molestias musculares entrado el segundo set, cuando el partido expiraba. La rotura de su primer servicio había puesto en ventaja a las estadounidenses, que le arrebataron todos los siguientes. Su entrega siempre tuvo un punto de fatalismo, sin encontrar respuesta al vigor del otro lado de la red, desde donde llegaban las bolas más rápidas y los restos eran más contundentes.

COMPENETRACION La reciente derrota de las españolas frente a las estadounidenses en el pasto de Wimbledon no sirvió de lección, como había pronosticado Ruano. El duelo de ayer fue aún más sucinto. Las Williams sumaron su segundo oro, tras el de Sídney, con Venus manejando el partido a su antojo. Serena está lejos de sus mejores días, pero a falta de forma les sobra con la compenetración que dan diez años de competición conjunta.

El ambiente clandestino tampoco predisponía a la épica del día anterior, cuando las españolas habían eliminado a la pareja china en un estadio al punto de ebullición. Las calvas de las gradas evidenciaban el solapamiento con la mediática final de Nadal, a una cincuentena escasa de metros. Apenas acudió un centenar de espectadores, impropios de una final olímpica. Unos pocos españoles fracasaron en su intento de levantar el ánimo de Ruano y Medina bailando congas y con cánticos más propios de verbenas de fiesta mayor que en foros tenísticos.