Toledo bloqueado. Ambiente de Tour. Calor intenso, como si el mediodía francés y el mes de julio se hubieran trasladado hasta la meseta. No falta nadie. Ni mucho menos El Aguila , Federico Martín Bahamontes. Ochenta años lo contemplan. Si la Vuelta lleva a la vieja capital del imperio quién mejor que su vecino más famoso y más entendido en ciclismo para diseñar los últimos kilómetros. Si no hay cuestas en Toledo, Bahamontes se las inventa. "Hoy no llegará un gregario entre los primeros". Es el aviso del eterno campeón. No se equivoca. Solo hace falta mirar el orden de llegada. Entre los seis primeros ni uno malo: Paolo Bettini, Philippe Gilbert, Alejandro Valverde, Oscar Freire, Daniele Bennati y Davide Rebellin. De todo, campeones y excampeones del mundo, medallas olímpicas, vencedores de carreras, llegadores natos.

Y siempre Valverde. Es su carácter. No sabe correr de otra manera. El delante, en la primera semana luchando por todo, por bonificar, por ganar la etapa, por el jersey de líder (el mismo que Sylvain Chavanel arrebató ayer a Levi Leipheimer). Alberto Contador y Carlos Sastre, detrás, mirando al murciano desde la retaguardia, resguardándose para los Pirineos que comienzan mañana (hoy, primera jornada de reposo).

¿Será Valverde una tapadera? Si lo es --nunca es malo serlo-- se trata de una tapadera de lujo. En el Tour sucumbió en la primera contrarreloj. En España sorprendió en idénticas condiciones. Ayer, como en Francia, se cayó, pero sin consecuencias. Bici rota, pinchazo y el equipo a trabajar porque Bahamontes lo había designado para ganar en su ciudad. Tercero, con bravura.