Cuando Carlos Sastre se jugaba la suerte del Tour frente a Cadel Evans, Alberto Contador hacía los deberes para la Vuelta. Se trataba, por allá el mes de julio, de comprobar el estado de los montes citados en el trazado de la ronda española. El genio de Pinto no quedó excesivamente convencido de los Pirineos. Consideró que faltaba algo más de dureza, como así fue, para conseguir marcar las diferencias deseadas. Sin embargo, cuando descubrió el Angliru... eso fue otra cosa, un placer, cargado de sufrimiento eso sí, pero con suficiente material entre curvas y desniveles como para auparse hacia una montaña que está considerada como el olimpo del ciclismo.

Seis años, seis, eran demasiados, mucho tiempo para una carrera que, por otra parte, no se puede permitir el lujo de eliminar alicientes. El Angliru es la mejor tarjeta de presentación de la Vuelta; el monte por excelencia, la única cumbre de leyenda propia para exhibir como si fuera un documento nacional de identidad frente a la férrea competencia del Giro, que presume de Mortirolo, y al poder intratable del Tour y sus montes míticos (Tourmalet, Mont Ventoux, Galibier, entre tantos y tantos).

LA AUSENCIA Era mucho tiempo, tanto que Contador ni era profesional cuando Roberto Heras lo coronó en primera posición en el 2002, tanto que casi se podría decir que el pasto habría vuelto a crecer por la ruta ciclista de no ser por el entusiasta esfuerzo diario de miles de devotos cicloturistas llegados de todas partes del mundo que consideran el paso por la cima como un reto tan necesario como el aire que se exige trece veces por minuto.

Más rápido, sin duda, latirá hoy el corazón de Contador en su frenético duelo con Carlos Sastre, una vez descartado Alejandro Valverde por iniciativa propia del festín de la Vuelta. Contador, hoy y también mañana en los picos de Asturias, necesita arañar algo más que segundos para poder circular tranquilo en la tercera semana y no apostar por el premio de la carrera en la cronoescalada final, el sábado en Navacerrada.

Tiene rivales fuera y también dentro del equipo (Levi Leipheimer). Pero sobre todo uno, Igor Antón, el líder del Euskaltel del maillot dorado Egoi Martínez, al que debe vigilar con el rabillo del ojo, no sea que le dé por acelerar de forma frenética en el increíble paraje de la Cueña de les Cabres, un suplicio de 500 metros al porcentaje extremo del 23,5%, el no va a más; tanto, que no se conoce monte competitivo con dificultad tan exigente. "No he visto nada igual en ninguna parte. Vamos a tardar media hora en realizar los últimos seis kilómetros. Es tan duro que atacar sería un error. Es mucho mejor coger un ritmo y no renunciar a él", anticipó Antón.

"Mucho más que grandes diferencias lo que espero yo del Angliru es que se pueda premiar el espectáculo", argumentó Contador. "Yo no confío en ningún fallo de Contador, solo apuesto por mi continuidad", defendió Sastre, el corredor que basa su éxito en conseguir siempre una regularidad constante.

Valverde, en cambio, deberá mirar el duelo desde la barrera, porque difícilmente podrá recuperar el tiempo perdido.