Mayor emoción casi resultaría imposible. Ni la inoportuna niebla del sábado en Andorra puede esconder la ambición de Alberto Contador. Aprovecha cada repecho que considera crucial para atacar. Una y otra vez. Insiste. Se levanta de la bici, baja piñones y saca una potencia descomunal que ya le ha convertido en el candidato número uno para ganar la Vuelta. El siempre está allí. El es quien pone a prueba a los rivales, contrincantes de exquisita clase --ayer Alejandro Valverde y el sábado Carlos Sastre--, que un día sufren para resurgir a la jornada siguiente. La Vuelta se va de los Pirineos con Levi Leipheimer de líder y con cuatro superclases, pata negra todos ellos, en un pañuelo de tiempo y separados por apenas medio minuto de diferencia.

Ayer, en Pla de Beret, Valverde lamentaba la oportunidad perdida para ganar la etapa. Lo hacía mientras Contador trataba de forzar una sonrisa y esconder que se había enfadado con el corredor murciano porque no le dio relevos en los últimos kilómetros. La falta de entendimiento originó un problema para ambos.

A Valverde se le escapó la victoria ya que les faltaron 34 segundos para capturar al francés David Moncoutie, el superviviente de la escapada de turno. A Contador, la nula colaboración entre ambos se tradujo en tan solo cinco segundos de renta sobre Sastre, el tercero en liza, que supo sobreponerse a un mal día para mantener intactas sus aspiraciones, nada despreciables e ilusionantes: ganar en un mismo año el Tour y la Vuelta. Casi nada.

DUDAS EN LA BONAIGUA Sucedió en la Bonaigua que Valverde tuvo dudas porque el día anterior se le atragantaron el frío, la lluvia y alguna barrita energética comida con excesiva rapidez. "Tuve un pájara y salvé el día porque ya se ha visto en Pla de Beret que estaba muy bien y podía resistir las embestidas de Contador".

El Caisse d´Epargne, ante la indecisión, se instaló en la trastienda. Fue el motivo que permitió que la escapada consentida llegara a la cumbre de Vaqueira con uno de sus integrantes. Bala Verde solo fue segundo. Ganó el esprint a Contador y se aupó a la tercera plaza de la general.

El Astana de Contador estaba pendiente precisamente de esta clasificación que dominan en las dos primeras plazas. Seguramente al aficionado español le encantaría mucho más que Contador fuera el primero y no Leipheimer, pero, quitando cualquier dosis de forofismo, la posición es genial para este equipo y sobre todo para Alberto Contador, a la hora de superar sin la presión añadida del jersey de líder las próximas etapas. El maillot está en las espaldas de un compañero; mejor que no en la de un rival.

"Solo puedo hacer una valoración magnífica de los Pirineos, sobre todo porque soy consciente de que la montaña asturiana es más dura y marcará mayores diferencias con corredores más cansados", confesó el ciclista de Pinto y de raíces en Barcarrota, que pelea por el doblete, Giro y Vuelta y, sobre todo, por entrar en el club de Merckx, Anquetil, Gimondi e Hinault como vencedor de las tres grandes. Ahí es poco.

Además, ayer en el Val d´Aran, Contador contó con dos extraordinarios gregarios, Klöden y Rubiera. Ellos marcaron el camino para sus demarrajes. Cuando pasaba a la acción solo Valverde lo contrarrestaba antes de que apareciera Igor Antón, con alguna dificultad, pero con la casta suficiente para mantener la rueda del madrileño y el murciano. Pretendió Contador desestabilizar a Sastre. "Lo que ha hecho él en la etapa tiene mucho valor. Es un veterano y ha sabido sobreponerse a las dificultades", destacó.

Sastre sufrió, sufrió y sufrió. Pero lo hizo teniendo siempre la referencia visual de quienes le antecedían en la carretera. Cuando Contador aceleraba, él cedía, pero cuando el madrileño regulaba, él se recuperaba. Sin embargo, desde atrás, se debió percatar con alguna dificultad del intenso duelo entre Contador y Valverde. Uno atacaba y el otro, como en un marcaje, casi rozaba la rueda trasera de su bicicleta. "No podía dar relevos --dijo Valverde-- porque Contador me reventaba con sus cambios de ritmo".

Hasta discutieron. Contador le hacía gestos. "Pasa, pasa". Y Bala, ni caso. "Sabía que ya no pillábamos a Moncoutie y era más rápido en el esprint". Y así fue. Magnífica etapa.