El debut largo de Kevin Phillips es lo más parecido a la película de culto de los 80 Instinto sádico que haya dado el cine reciente: un drama iniciático que gira hacia el puro género y no da vuelta atrás. Después de un aparente accidente, dos amigos adolescentes empiezan a distanciarse hasta el punto de la violencia; un posible romance queda trastocado por el camino. Sin ser perfecta (algunos diálogos chirrían, el clímax resulta algo apresurado e insatisfactorio), Super dark times consigue ejercer fascinación a través de sus tensas composiciones visuales, un montaje bastante diabólico y la música firmada por Ben Frost.