Meghan Markle caminará el próximo sábado hacia el altar ante la mirada hipnotizada del mundo. La princesa de Hollywood estrena papel en una nueva serie, como esposa del príncipe Enrique Windsor. Un romance impredecible entre dos vidas opuestas. El casting inesperado de una mujer con criterios propios, muy alejados de las convenciones y la mansedumbre de las damas de palacio. La novia ha roto las reglas establecidas para las aspirantes a ingresar en la familia real británica. No solo es americana, divorciada y feminista, es también una actriz profesional que labró su carrera y una activista comprometida con las causas en las que cree. ¿Sabe la chispeante californiana dónde se ha metido? ¿Acabará sometida al molde de la corte o será quien conduzca a la monarquía británica al siglo XXI?

Mujer de hoy

Meghan Markle es una mujer de hoy. Está acostumbrada a decir en voz alta lo que considera justo, porque creció «con la conciencia social de hacer cuanto puedas y hablar cuando algo está mal», según ha declarado. Licenciada en Relaciones Internacionales, además de realizar trabajo humanitario para Naciones Unidas y World Vision Canada, empleó la celebridad como actriz para respaldar a la candidata demócrata Hillary Clinton. A Donald Trump le tachó de «misógino» y le acusó de ser una figura que siembra «confrontación». En su página web, que ya cerró, recomendó un libro del pensador e izquierdista radical Noam Chomsky. También declaró públicamente su oposición al brexit. ¿Qué ocurrirá cuando deba aplicar la máxima tan británica de que, como a los niños, a los miembros de la familia real se les debe ver pero no oír? «Veo venir un verdadero problema en los próximos meses y años», afirma el historiador y biógrafo de Isabel II Robert Lacey: «Un problema existencial».

Un ‘tour’ por todo el país

Desde que anunciaran su compromiso en otoño, Enrique y su prometida han recorrido el país y han participado con gran éxito en varios actos públicos. Cálida, repartiendo abrazos en contra del protocolo y las distancias que marcan los Windsor, la americana no quiere conformarse con sonreír y llevar vestidos caros. En la primera aparición junto a su futura cuñada, la duquesa de Cambridge, Meghan dejó claro que hará campaña para «potenciar a las mujeres» y exaltó movimientos como Time’s Up y #MeToo. Junto a Enrique se ha comprometido en defender los derechos de los gais. Meghan será también el primer miembro de la familia real británica de raza mixta y está orgullosa de esa parte esencial de su personalidad.

«Tiene una gran confianza en sí misma, es muy elocuente, una mujer joven muy lista. Siempre está preparada para la cámara, a la que no teme», señala el escritor Andrew Morton, que acaba de publicar una biografía de Meghan. «Ha posado en la alfombra roja. Sabe lo que se debe hacer en las apariciones públicas», prosigue. «Su padre era director de iluminación y le enseñó todo eso. Es una consumada profesional y, francamente, ser un miembro de la realeza es un poco como actuar. Estás en el escenario un tiempo y luego te quietas el maquillaje y te vas a casa».

En este enlace son muchos los que creen que es Enrique quien sale ganando. A juicio de Morton, «es él quien está desesperado por encontrar a alguien que diga el ‘sí, quiero’, porque sabe lo difícil que es entrar en esa familia. Todo el mundo habla del glamur, pero no existe tal glamur». La boda es el último paso en la transformación del príncipe, que ha ido abandonando la imagen de playboy, borracho y libertino que durante años le persiguió.

El cambio comenzó con su incorporación a las tropas británicas desplazadas en Afganistán. Más recientemente llegó su propia confesión del problema emocional que supuso la muerte de su madre, la princesa Diana, un trauma de infancia que se negó a afrontar durante años, hasta que finalmente pidió ayuda psicológica. La relación con la madura y emancipada actriz americana de 36 años, tres más que él, completó la transformación. «No hay duda. Desde que deslizó el anillo en el dedo de Meghan Markle, el príncipe Enrique es diferente», asegura Tatler, la revista de las élites, que atribuye a «una fuente, muy, muy próxima de la familia real» un categórico dictamen. «Con Guillermo y Catalina, Guillermo lleva la batuta. Con Meghan y Enrique, ella los pantalones».

Meghan no es Cenicienta, pero corre el peligro de acabar siendo La Bella Durmiente y quedar aprisionada por los corsés de palacio. La feminista Germaine Greer apuesta a que se aburrirá de la familia real y «plantará» a Enrique «en el plazo de cinco años».