-El domingo pasado, Pachi Rodríguez, miembro de la Plataforma Milana Bonita, en defensa de un tren digno para Extremadura, le lanzaba desde este mismo atril la siguiente pregunta: «¿Sirve para algo la Constitución Española de 1978 a tenor de lo que está sucediendo en este país, especialmente con el asunto del independentismo catalán?

-La Constitución Española es la columna vertebral de todas las legislaciones. Y claro que sirve, es lo que quiso en su día la Democracia en nuestro país y sus ciudadanos. En un Estado de Derecho como el que tenemos, es la ley que ha de regir.

-A tenor de los casos judiciales que ha ganado, por cierto son muchos, usted es ‘Aparicio El Grande’...

-¿Ah, sí? (risas). Lo que doy es profesionalidad y trabajo. Evidentemente el dictado de las resoluciones no depende de nosotros sino de la voluntad de jueces y magistrados, pero sobre todo sí me bato el cobre por mis clientes, eso siempre, y lo antepongo a cualquier cosa.

-Su padre fue Pedro Aparicio, un reconocido pediatra cacereño. ¿Qué aprendió de él?

-Mi padre ha sido una institución de la Medicina y concretamente del campo de la Pediatría. De él aprendí la abnegación por el trabajo, la profesionalidad, la vocación y, por encima de todo, la satisfacción de haber heredado un espíritu de lucha encomiable.

-Pero usted es abogado ¿Por qué no se hizo médico?

-Seguí otro camino, principalmente porque desde muy pequeño lo tuve muy claro. Quería ejercer la profesión de Derecho. Sí tengo que decir que también pudiera haber influido en mí un tío postizo, Pedro Antonio, que me dio clases particulares cuando tenía 9 o 10 años.

-El abogado es aquel que vela por la justicia, ¿pero a lo largo de su carrera usted ha defendido a muchos a sabiendas de que eran culpables? Lo digo porque la verdad y la mentira son grandes oponentes y con la ley en la mano todo puede pasar...

-Efectivamente, dentro de lo que es el marco legal el abogado casi siempre sabe lo que está defendiendo. Ante el caso de una persona que es culpable de la presunta comisión de un delito del que se le acusa en un juicio, hay que defender esa situación dentro de lo que es el marco legal, por supuesto, y aprovechando oportunidades, como errores en la investigación policial o de las propias acusaciones y hacer valer el derecho de defensa. Es verdad que en estas cuestiones siempre entra la moralidad, y hay tipos de clientes que nunca defenderé: ni a los terroristas ni a personas que ejercen la violencia por motivos políticos o por convicción religiosa.

-¿Qué es la ética en la abogacía?

-El ejercicio del Derecho dentro la ley.

-Vayamos a algunos de sus casos más sonados y comencemos por el ocurrido una madrugada de Reyes de 2005 cuando un joven cacereño, Alejandro Clemente Ríos, murió asesinado en La Madrila...

-Durante una noche de Reyes unos jóvenes disfrutaban en La Madrila y vieron una escena de violencia de género. Al intentar impedir que la persona que la ejercía cesara en su empeño de maltrato, además en la calle delante de todo el mundo, este individuo, sin motivo de ninguna clase, se fue a su coche, cogió un arma y disparó, con tan mala suerte que fue a matar a una persona que realmente no había tenido ninguna participación en los hechos previos. Recuerdo que ese día estaba de vacaciones en Portugal, me pidieron que si quería ser el abogado y no lo pensé dos veces. Es uno de los casos de los que guardo gratísimo recuerdo dentro de lo que es el ejercicio profesional, evidentemente para el ámbito familiar que yo defendía fue una noche muy triste, pero se hizo justicia. Creo que se ejerció el Derecho total y absolutamente limpio, tanto por la defensa como por las acusaciones, se acreditó la culpabilidad y se impuso una pena realmente acorde con lo ocurrido. Alejandro era estudiante de Derecho y su sueño era ser abogado.

-Otro caso se remonta a mayo de 2011. En plena campaña electoral fue hallado muerto el candidato del PP por Robledillo de Gata, Juan Carlos Hervás. Se acusaba a dos compañeros de partido de su asesinato...

-Es un asunto que está ya en la Audiencia Provincial, va por la ley del Tribunal del Jurado y sobre él únicamente tengo que decir que no solo creo en la inocencia de mis dos representados sino que además deseo con toda mi alma ganar ese procedimiento, porque si lo perdiera realmente me pensaría muy mucho hasta retirarme de la carrera profesional, con eso digo bastante. Creo en su inocencia y sé que son inocentes. Ha habido un largo proceso de instrucción, jamás se les había incriminado por un delito de asesinato y sorpresivamente por un informe del subsector de Tráfico de Cáceres se modifica esa calificación y nos enfrentamos realmente a un proceso duro, de muchísima responsabilidad. Ellos ponen en mis manos nada más y nada menos que entre 20 y 25 años de prisión, de manera que condenar a dos inocentes sería la peor imagen que podría dar un Estado de Derecho. Estamos hablando que lo que sucedió fue un arrollamiento por parte de mis defendidos a Juan Carlos Hervás, que se encontraba en estado ebrio en la calzada, por el lado derecho, en una noche cerrada, prácticamente sin visiblidad. Ese arrollamiento fue fortuito.

-Usted también llevó el ‘caso de Abel, el de Correos’. En 2010, el responsable de la oficina de BanCorreos en Madrigalejo, acusado de estafar 1,2 millones de euros a 21 vecinos. Se lo gastó en las quinielas...

-Un ludópata, una persona que confesó su delito, que cumplió con la sentencia que se le dictó. Tengo que decir que, con independencia del delito cometido, mucha culpa la tuvo la parte de la entidad bancaria, que no controló bien un sistema financiero que con una mínima vigilancia hubiera detectado esa situación. Pero en definitiva fue un Robin Hood: te daba intereses captando el dinero de otros y esos intereses siempre te los pagaba. Lo curioso para mí es que ninguno de los afectados, aún a pesar de haber sido estafados, perdió nunca la serenidad. Y es más, el 80% de ellos me hablaban bien de él.

-Pero cuando usted se convirtió verdaderamente en un abogado mediático fue en 2003, año en que se procedió al desmantelamiento de una red internacional dedicada a la prostitución. Acusaban a dos españoles y un rumano de delitos contra el derecho de los trabajadores, detención ilegal y aborto...

-Salieron absueltos, con todos los pronunciamientos favorables. Hay delitos que socialmente son repudiables y cuando esos delitos tienen tanta trascendencia se corre el riesgo de que se confunda al abogado con sus clientes. Pero yo en 35 años de ejercicio profesional no me he mezclado en ninguna organización. Hay muchas tentativas en la vida pero he ejercido el derecho respetando la legalidad. Y a mí se me ha conocido por ser un abogado dedicado a determinados asuntos escabrosos, criticado injustamente. El abogado que se sube a un estrado ejerce su profesión dentro del ámbito legal, pero por encima de todo eso hay otro hombre, el que está fuera del estrado, y en ese sentido me considero humanista, no soy mercantilista y me muevo en el ámbito de mi familia, mi trabajo y el deporte. Siempre he demostrado la máxima honradez y ética en mi profesión y nunca he caído en ninguna tentativa volitiva para favorecer el delito. El derecho es una digna profesión, es muy difícil de ejercer, tiene mucha responsabilidad porque te juegas el patrimonio y la libertad de los demás, por eso el ejercicio de la abogacía es una parte fundamental en el ejercicio de la justicia, pero desgraciadamente es la peor tratada dentro de ese organigrama.

-Frente al caso anterior, este otro: en 2016 condenan a la Junta a restituir el servicio de logopeda a una niña autista de Cáceres...

-Qué tema más bonito, el de esa asociación que depositó su confianza en mí. Pues sí, lo ganamos y además recuerdo que fue una lucha titánica de la madre.

-Y ahora usted vuelve a las primeras páginas de la actualidad porque es el abogado de tres hosteleros (Sugar, Submarino y Barroco) en el caso de los ruidos de La Madrila...

-Mi conclusión es tan sencilla como que las mediciones que se hicieron sobre ruido ambiental no se representan con la realidad de la emisión de ruido de los locales, es decir, nadie ha hecho a nivel policial o desde el Seprona, ninguna medición a los locales en su interior para demostrar o acreditar la emisión de ruidos que producen en una vivienda. Se ha hecho a nivel medioambiental, lo que es el ruido de la calle. Por tanto, no existe prueba alguna incriminatoria contra al menos mis patrocinados como para que se pueda tipificar su conducta en un delito medioambiental por la producción de ruido que afecta a la salud pública de los ciudadanos. Por encima de todo me gustaría que se dictara una sentencia absolutoria porque la inocencia en este caso concreto es clara. Es más, se hicieron tres mediciones en los locales de mis defendidos y todas con resultado favorable. El problema de La Madrila lo solucionó la Audiencia Provincial de Cáceres decretando una medida cautelar de cierre que fue desproporcionada para los hechos en sí, pero necesaria. Es decir, lo que fue quizá un exceso en la resolución vino bien porque los locales que ejercían en la legalidad reabrieron y retomaron su actividad y los que no, se cerraron. Con eso y con el control que se ejerció por parte de la policía se acabó con un problema. Y prueba de ello es que no tiene nada que ver La Madrila de los años 2007 o 2008 a la que hoy tenemos. Desde 2004 vengo siendo abogado de muchos hosteleros y quiero que la ciudadanía sepa que el ruido principal ha sido por culpa de la concentración de personas y vehículos en la calle y fuera de todo control.

-Pero los vecinos afectados que estén leyendo esto se llevarán las manos a la cabeza recordando el calvario que para ellos supuso vivir encima de un bar de copas...

-Nadie hizo una medición adecuada sobre esos locales y no se puede determinar esa situación. Nunca voy a decir que un local no haya hecho ruido con la música, pero claro, ese ruido es que hay medirlo bien. Es cierto que ha habido ruido, que La Madrila ha tenido un problema social, pero desde hace muchísimo tiempo y siempre ha sido muy difícil conjugar el ocio con el descanso.

-Se sienta en el banquillo, aunque no es su defendida, la exalcaldesa de Cáceres Carmen Heras. ¿Cuál es su opinión al respecto?

-Desde que soy abogado de los hosteleros solo puedo decir que todos los políticos que han pasado por el gobierno de Cáceres, todos, han intentado dar solución a La Madrila, con mayor o menor éxito. Y estoy convencido que ningún político, a sabiendas, ha desamparado a los ciudadanos.

-¿Cual ha sido su caso estrella?

-Hay muchos, pero sobre todo por la rotundidad de ese juicio, que fue por tribunal del jurado, recuerdo la defensa que realicé de un hombre de un pueblo cercano a La Vera al que acusaban de haber matado a un vecino, propietario de una tierra colindante a la suya, que le increpó porque su ganado pasaba por su propiedad. Se declaró la legítima defensa porque mi defendido utilizó un arma pero lo hizo para defenderse de piedras de casi un kilo cada una. Se celebró un primer juicio, salió absuelto. Posteriormente se declaró la nulidad por el Supremo, se volvió a celebrar y se volvió otra vez a ganar.

-¿Y usted es un abogado caro?

-(Risas). Yo creo que no, lo caro y lo barato se relaciona con ganar o perder. Si ganas nadie es caro y si pierdes, eres caro, pero yo sinceramente, y lo reitero, no soy mercantilista y me adapto mucho al bolsillo de los clientes. Es mi forma de ser.

-¿La Facultad de Derecho ha perdido hoy fuelle?

-Bueno, la Facultad de Derecho y cualquier facultad. La universidad no es ya la que yo conocí. Entonces había un foro de debate en todos los sentidos. No digo que ahora no lo haya, que por supuesto lo habrá, supongo, porque no estoy inserto en el organigrama de la universidad, pero lo que sí se ha perdido es el espíritu estudiantil. Ahora todo el mundo va a estudiar, a intentar sacar su carrera pero ese espíritu en el que te movías por unas convicciones, principalmente de lucha, no existe. Yo fui representante de los alumnos durante toda mi trayectoria, y luchaba por ellos, por sus intereses. Quizá me podría haber inmiscuido en una trayectoria política, creo que no lo hubiera hecho mal (más risas).

-¿Qué profesores recuerda?

-En los 80 hubo profesores y catedráticos muy dignos de la actividad docente, pero a quien más recuerdo es a Carlos Villamor y a Óscar García Almeida, que era el vivo retrato del espíritu estudiantil, un gallego emocional y pasional, director de la tuna, mi padre juridico.

-¿Y cómo recuerda el Cáceres de su adolescencia?

-Ese Cáceres de mi adolescencia lo recuerdo como la mejor época de Cáceres desde hace muchos años. El despliegue del ocio se vivía en la calle. Recuerdo las horas de estudio y de café, de algunas Centraminas y el flexo. Horas y horas de mucho estudio y horas y horas, también, de mucha diversión.