Una legación china habla sobre intercambios culturales con políticos locales en el salón principal de la Casa Ucrania, ubicada en la calle Khreschatyk de Kiev y antaño uno de los refugios de rebeldes de la revuelta de Maidán en el año 2014. En otra sala del edificio, el portavoz del Ministerio de Defensa ucraniano lee, como todos los días, el parte de guerra en el este del país. Tan solo hace unos días un médico estadounidense falleció en la región de Lugansk después de que su vehículo pisara una mina antipersona. En otro espacio, dedicado al centro de prensa Ukraine Crisis Centre, funcionarios gubernamentales y organizadores del Festival de Eurovisión presentan a un grupo de periodistas extranjeros las últimas novedades sobre un certamen que tiene desde hace meses al país inmerso en la euforia.

A 61 años de distancia de la primera edición del certamen, creado en 1956 para unificar el viejo continente tras el desastre de la segunda guerra mundial, Ucrania, país herido por una guerra, hospedará en su capital el festival de Eurovisión del 9 al 13 de mayo próximos. Será la primera vez, con la contada excepción de Israel en 1979 y 1999, que el certamen se lleve a cabo en un país con un conflicto bélico en curso, que también ha resucitado el fantasma de la guerra fría y alterado los equilibrios mundiales. Una tragedia que en el terreno ya cuenta con más de 9.900 muertos, al menos 23.000 heridos y más de un millón y medio de desplazados, desde el inicio, en el 2014, de los enfrentamientos armados entre Kiev, Moscú y los separatistas rebeldes.

Zarandeada por este conflicto y ansiosa de entrar en la Unión Europea (UE) y de cumplir con las reformas exigidas para ello, Ucrania ha vivido tres años de vértigo empeñándose en transmitir la imagen de un país que quiere cambiar. Y Eurovisión ha sido la guinda del pastel, como explica Viktoriia Sidorenko, la relaciones públicas ucraniana del festival. «En estos años, Ucrania ha sido un país que ha generado malas noticias. Pero estamos cambiando y queremos demostrarlo», afirma Sidorenko.

«Queremos paz»

«No queremos rendirnos a la guerra. Queremos paz», coincide Timur Miroshnychenko, uno de los presentadores del certamen. «De esto también trata este festival», añade. E insiste en el mensaje que Kiev desea enviar a Bruselas: el de un país que quiere reconstruirse y lograr la paz.

Obstáculos para ello no le faltan a Ucrania. Incluso en la organización de Eurovisión. Veámos.

A mitad de abril se supo que Rusia aún no había solucionado su participación en el certamen, ni pensaba hacerlo. Anteriormente, Kiev había vetado la entrada en Ucrania de la representante elegida por Moscú, la cantante parapléjica Yulia Samoylova, por haber realizado un concierto en Crimea, la península que pertenecía a Ucrania, y que Rusia se anexionó en el 2014. Por ello, las autoridades ucranianas propusieron la retransmisión de la canción de Samoylova vía satélite, o cambiarla por otra artista rusa. Pero Rusia rechazó ambas opciones. De manera que no solo no participará sino que también decidió no retransmitir por televisión, por primera vez en años, el festival de Eurovisión.

La noticia fue acogida en Kiev con cierto laissez faire, como quien quiere restarle importancia al asunto. «Es una pena, pero estoy de acuerdo con el Gobierno [ucraniano]», explicó Volodymyr Ostapchuk, otro de los presentadores del festival de este año (el tercero es Oleksandr Skichko). Por su parte, Samoylova, contactada sobre el asunto, se negó a hacer comentarios al respecto. Además de esta, el festival ha tenido, durante su preparación, otra controversia: la polémica provocada por la dimisión en bloque de 21 altos responsables del equipo organizador ucraniano, ocurrida a mitad de febrero en circunstancias no explicadas.

No todos los rusos, sin embargo, se quedarán sin presenciar el certamen. Cerca de un 15% de los más de 30.000 eurofans que, a finales de abril, habían adquirido ya los boletos para los tres días del festival eran de esa nacionalidad, según los datos facilitados por Eurovisión. Eso sí, en un país como Ucrania donde la mayoría aún habla ruso en su día a día, no habrá versión en idioma ruso para aquellos que sigan la competición por la televisión ucraniana. «El certamen se retransmitirá solo en ucraniano, el único idioma oficial en este país», ha subrayado Kyrylo Voronin, el director de los eventos de Eurovision 2017.

Entusiasmo

Las polémicas no han detenido el entusiasmo por la preparación del festival, ni han disminuido su importante presupuesto. En el evento, según datos oficiales, Kiev ha invertido 655,7 millones de grivnas —aproximadamente 22 millones de euros—, que han sido pagados en gran parte por el Gobierno central y en menor medida por el Ayuntamiento de Kiev. Una suma de dinero que, además de financiar el lavado de cara de las calles de la capital ucraniana, también ha cubierto los gastos relativos a la reforma del centro Parkovyy -en la calle Parkova, donde ha sido instalado el Euro Club, en el que se celebrarán las fiestas y podrán acudir los eurofans- y del Centro Internacional de Exposiciones.

Desde allí, los 42 cantantes de la competición -uno de los favoritos más mencionados es el italiano Francesco Gabbani, con su Occidentali’s Karma- se desafiarán a golpe de canciones para hacerse con el título de ganador de esta edición. La banda de rock O.Torvald -considerada la sucesora de Jamala, ganadora del festival del año pasado- representará a Ucrania; y el catalán Manel Navarro, a España, con Do it for your lover.

Uno de los objetivos es reproducir el éxito del 2016, cuando 204 millones miraron el festival por televisión. El acontecimiento, según han anunciado los organizadores, será espectacular desde el punto de vista audiovisual. Implicará a 220 trabajadores durante los directos, miles de voluntarios y centenares de colaboradores externos, bajo la coordinación del director técnico de la cita, Ola Melzig, y del productor Christer Bjorkman. En total, se emplearán 180 kilómetros de cable, y las luces consumirán 845.000 vatios. Además de todo esto, la ciudad de Kiev también ha organizado una serie de actividades paralelas y ha dispuesto que el nivel de alerta de seguridad durante los actos se mantenga al más alto nivel, según el vicealcalde de Kiev, Oleksii Reznikov.

La otra cara de los fastos y los gastos en seguridad está en la situación del país. Tras el desastre económico de los últimos años, el PIB está subiendo lentamente -más del 2% en el 2017, según la previsión del FMI-, pero la desigualdad se mantiene y, para ciertos sectores de la población, incluso está creciendo. Algo que se suma a que, a pesar de que Ucrania -uno de los países más corruptos, según Transparency International- ha dado pasos adelante en sus reformas para combatir esta plaga, las sentencias contra los corruptos son aún muy escasas. En particular, las que afectan a los oligarcas.

Eso sí, algunos avances han sido bien acogidos por la población. «Por ejemplo, para los proveedores del festival, se ha usado ProZorro, un nuevo portal lanzado en el 2015 en el que ahora por ley se deben anunciar las nuevas licitaciones públicas y gana el proveedor que hace la mejor oferta», subraya Sidorenko, la relaciones públicas de Eurovisión. «Se trata de un avance histórico para un país como Ucrania, algo que nunca antes había acontecido», añade la analista política Maria Zolkina. Lo que está en juego, más allá de Eurovisión, es el acceso de los ucranianos a la UE sin visado. «Eso es lo que se ha prometido, si avanzamos con las reformas», continua Zolkina.

Mientras en el este del país la guerra continúa sin que se le augure un pronto desenlace, la vida sigue en Kiev: ruido, cafés llenos, gente mirando escaparates... Aunque el trayecto a recorrer sea largo y los tropiezos, seguros, los ucranianos tienen ganas de mirar hacia adelante y, entre tanto, se distraen con la música.